30 octubre, 2007

Los gorrillas de Mazagón

Los gorrillas de la calle Hilaria establecen un impuesto mediante la extorsión con la excusa de prestar un servicio que nosotros no solicitamos. La imagen que dan de Mazagón es vergonzosa y espantan al turismo. Mientras las autoridades piensan la forma de erradicar esta lacra, lo mejor que podemos hacer es no darles un céntimo y buscarnos otro sitio para aparcar. ¡Que se vayan al carajo!
LOS GORRILLAS DE MAZAGÓN
Publicado en El Mundo el 30 de octubre de 2007
Los gorrillas de la calle Hilaria, al igual que el resto de los gorrillas que invaden las calles de este país, además de llevar la gorrilla que les dio el nombre, llevan también un chaleco reflectante que les da un aire oficial para que los conductores piensen que son de un servicio organizado. Mediante gestos desmesurados te señalan dónde tienes que aparcar, te dicen cómo tienes que doblar la dirección para entrar en el aparcamiento, e incluso te avisan cuando ellos creen que la maniobra debe concluir. Como si uno fuera tonto. Pero además, tienen el atrevimiento de “ordenar” el tráfico, diciéndote que te detengas o que continúes, formando retenciones innecesarias. El colmo. El precio de este completísimo servicio es la voluntad, una voluntad no inferior a un euro, porque entonces te despiden con mala cara, no sin antes haber intentado sacarte un cigarrillo. Se han instalado en esta calle porque es una zona donde la gente suele ir con prisa, al banco, al supermercado y a comprar la prensa, y no quieren perder tiempo en buscar aparcamiento en otro lado.
Como si de un impuesto revolucionario se tratara, los gorrillas te abordan al bajarte del coche, instándote a que les sueltes esa propina obligatoria por un servicio que tú no has solicitado. Nadie les da nada voluntariamente, sino por coacción; por temor a que a la vuelta se puedan encontrar el coche rayado, abollado, con el espejo colgando, con las ruedas vacías o sin antena.
Los gorrillas son un problema social más que debe ser afrontado por las distintas administraciones y no por los automovilistas que ya pagan demasiados impuestos. Pedir limosna en la vía pública es un acto completamente legal, pero pedir limosna coartando tu libertad me parece un auténtico atropello. Si quieren pedir, que lo hagan, pero sin extorsión, sin intimidación.
Luchar contra esta lacra no es fácil, pero no son los ciudadanos los que tienen que denunciar estas extorsiones, sino la policía. Para eso no son suficientes las ordenanzas municipales por muy severas que sean, porque está demostrado que no sirven ni como medida disuasoria. Los gorrillas son personas insolventes que nunca harán frente a una sanción económica. La policía sólo los puede llevar a los tribunales por desobediencia, porque no cometen una infracción tipificada como delito en el Código Penal. Es necesario pues, una reforma del Código, ya que es un hecho constatado que estos individuos establecen un impuesto mediante la extorsión con la excusa de haber prestado un servicio.
José Antonio Mayo Abargues