Rafael Ordóñez
12 de febrero de 2008
LA palabra no me produce especial entusiasmo, pero no hay otra. Ni intentar irse al diccionario de sinónimos; allí lo que te encuentras es para echarte atrás. Palabrejas aún peor sonantes: abscisión, disyunción,... Les hablo de Mazagón, mis lectores. Otra vez, ya lo sé. Alguno dirá que si no tengo otro tema. La semana pasada con los molinos de viento que quieren poner en el espigón y que Belcebú confunda y esta con la matraca de la segregación a propósito de la visita que centenares de mazagoneros hicieron la semana pasada al corazón de la ciudad metropolitana. Estuvieron en la plaza de las Monjas haciendo lo que llevan ya quince años haciendo: hablando, explicando, dialogando, dando razón siempre de su esperanza. Y es que este artículo, lector que recelas, tiene una explicación. Mazagón no tiene quien le escriba. Excepción hecha del maestro Vicente Quiroga y de este aprendiz de escriba, no hay quien emborrone un folio o aporree un teclado para defender esta maravilla de la naturaleza onubense que es Mazagón. Desde que empecé, hace ya tantas lunas, a escribir en esta esquina, siempre entendí que acción prioritaria de un articulista libre era darle voz al que no la tiene. Y si encima, ese columnista tiene en el altarcito de su mesilla noche, junto a las imágenes sagradas, una esculturilla de su señor don Alonso Quijano, ya está todo dicho. Tan alto señor siempre nos puso, a sus discípulos, como condición para entrar en su alocado séquito, el juramento de defender, sin más preguntar, a los más necesitados, acudir prestos a la defensa de doncellas y viudas indefensas, así como enmendar siempre entuertos, y darle mamporros a los follones y malandrines que andan habitualmente al servicio de potentados y mandamases. Por eso estoy con Mazagón.Bueno, por eso y por que conozco el paño al dedillo. Un cuarto de siglo siendo contribuyente del ayuntamiento de Moguer, con asiento y casa en Mazagón, me ha dado carta de conocimiento como para opinar. Y opino que la segregación de Mazagón no es un capricho de unos cuantos a los que les ha dado por ahí. La segregación de Mazagón es una cuestión de vida o muerte ciudadana para los que allí viven. Si se consigue, habrá esperanza de una vida municipal mejor. Si los dioses no lo entienden así, Mazagón seguirá condenada a seguir siendo lo que es ahora: una colonia, una simple y vulgar oficina recaudadora de impuestos, un despecho, una adenda, una cosa extraña para el principal municipio que la desgobierna desde tiempo inmemorial. Segregación, ya.
LA palabra no me produce especial entusiasmo, pero no hay otra. Ni intentar irse al diccionario de sinónimos; allí lo que te encuentras es para echarte atrás. Palabrejas aún peor sonantes: abscisión, disyunción,... Les hablo de Mazagón, mis lectores. Otra vez, ya lo sé. Alguno dirá que si no tengo otro tema. La semana pasada con los molinos de viento que quieren poner en el espigón y que Belcebú confunda y esta con la matraca de la segregación a propósito de la visita que centenares de mazagoneros hicieron la semana pasada al corazón de la ciudad metropolitana. Estuvieron en la plaza de las Monjas haciendo lo que llevan ya quince años haciendo: hablando, explicando, dialogando, dando razón siempre de su esperanza. Y es que este artículo, lector que recelas, tiene una explicación. Mazagón no tiene quien le escriba. Excepción hecha del maestro Vicente Quiroga y de este aprendiz de escriba, no hay quien emborrone un folio o aporree un teclado para defender esta maravilla de la naturaleza onubense que es Mazagón. Desde que empecé, hace ya tantas lunas, a escribir en esta esquina, siempre entendí que acción prioritaria de un articulista libre era darle voz al que no la tiene. Y si encima, ese columnista tiene en el altarcito de su mesilla noche, junto a las imágenes sagradas, una esculturilla de su señor don Alonso Quijano, ya está todo dicho. Tan alto señor siempre nos puso, a sus discípulos, como condición para entrar en su alocado séquito, el juramento de defender, sin más preguntar, a los más necesitados, acudir prestos a la defensa de doncellas y viudas indefensas, así como enmendar siempre entuertos, y darle mamporros a los follones y malandrines que andan habitualmente al servicio de potentados y mandamases. Por eso estoy con Mazagón.Bueno, por eso y por que conozco el paño al dedillo. Un cuarto de siglo siendo contribuyente del ayuntamiento de Moguer, con asiento y casa en Mazagón, me ha dado carta de conocimiento como para opinar. Y opino que la segregación de Mazagón no es un capricho de unos cuantos a los que les ha dado por ahí. La segregación de Mazagón es una cuestión de vida o muerte ciudadana para los que allí viven. Si se consigue, habrá esperanza de una vida municipal mejor. Si los dioses no lo entienden así, Mazagón seguirá condenada a seguir siendo lo que es ahora: una colonia, una simple y vulgar oficina recaudadora de impuestos, un despecho, una adenda, una cosa extraña para el principal municipio que la desgobierna desde tiempo inmemorial. Segregación, ya.
FUENTE: Huelva Información