30 abril, 2009

PARTE DEL COMANDANTE DEL NAVÍO MONARCA

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Los restos del navío Monarca están hundidos en la playa de Arenas Gordas, entre las Torres Vigía de La Higuera y El Asperillo, muy cerca de Mazagón
El 21 de octubre de 1805, el Monarca, un navío de la Armada Española, se bate en duelo en la Batalla de Trafalgar con los navíos ingleses Mars y Tonnant, sufriendo muchas bajas y destrozos en el navío. Finalmente se rinde ante el Bellerophon, y una dotación de 55 marineros británicos suben a bordo y apresan a sus tripulantes.
Siete días más tarde, el 28 de octubre, un fuerte temporal de levante lo lleva a naufragar a la playa de Arenas Gordas, quedando tumbado sobre el costado.
El 31 de octubre la fragata británica Naid incendia el Monarca para que no pueda volver a ser utilizado. Los restos del Monarca siguen hundidos en Arenas Gordas.
El 10 de noviembre de 1805, el Comandante del Monarca emite un Parte relatando los detalles de la batalla, el número de muertos y heridos, y el estado en el que quedó el navío, motivos suficientes que le hicieron arriar la bandera y rendirse al enemigo para evitar el sacrificio de la tripulación.

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PARTE DEL COMANDANTE DEL MONARCA D. TEODORO ARGUMOSA
El día 21, al amanecer, se avistó en este navío la escuadra inglesa, y a lo que se percibió, con ánimo deliberado de acercarse a la combinada, y desde este momento este navío puso todo su cuidado en la observación completa y puntual de la ejecución de las señales del General Comandante de la combinada, lo que se verificó con toda exactitud en las que se hicieron, hasta que a las once y tres cuartos rompió el fuego el navío Monarca de mi mando contra el tres puentes del General Colingut, cabeza de una de las columnas en que venía formada la escuadra enemiga. Desde dicha hora siguió el navío Monarca en fuego sostenido, constante hasta más de las cuatro de la tarde, verificándose desde la una del día hallarse siempre batido por dos navíos o tres, algunos de ellos de tres puentes, excusando los enemigos en lo posible el presentar sus costados, y sí verificando su combate por la popa y mura, como se lo permitían la superioridad del número con que batían; resultando de esta ventaja que a las tres y media poco más o menos, en que yo me retiré a curarme de una terrible contusión en el pecho, quedaba dicho navío Monarca en la más deplorable situación, pues no tenía ningún obenque en sus palos, toda su maniobra cortada, sin verga seca ni de sobremesana, los palos acribillados y amenazando con su pronta caída, la artillería de alcázar y toldilla desmontada, mucha parte de ésta en las baterías en iguales términos, muchos muertos y heridos según los partes verbales de los Comandantes de las baterías, las cubiertas destrozadas y parte de ellas caídas; en esta disposición quedó mi Segundo mandando, pero se deja conocer que siguiendo, como se verificó, batido siempre por dos y tres navíos, no podía ser la resistencia de mucho tiempo, como en efectivo así sucedió, pues estando sangrándome me envió a avisar que a más del mal estado en que yo dejé al navío a mi retirada, se hallaba en aquel momento haciendo mucha agua e incendiado por tres partes, siendo una de ellas la santabárbara, muy pocos cañones en las baterías servibles, y que en este concepto que dispusiera; siendo mi contestación que habiendo yo llevado por mi parte las obligaciones de mi honor, esperaba llenase las del suyo, que me era tan conocido, y que se arreglase bajo estos principios para determinar según exigiesen las circunstancias, con cuyo motivo, lleno del mayor sentimiento, pero en la total imposibilidad de hacer otra cosa, arrió la bandera para evitar indefenso el sacrificio preciso de la gente que con tanto gusto, complacencia y honor se habían presentado y sostenido en un combate tan desigual y en un estado cual lo acredita no haber podido los enemigos salvar el navío.


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Me es materialmente imposible determinar a punto fijo el número de muertos y heridos, pero sí puedo afirmar que fue excesivo, particularmente el de los segundos, siendo muchos de éstos de grave consideración. Faltaría en un todo a mi deber si dejase de hacer presente a V. E. el valor, la actividad, celo, inteligencia y el mayor deseo de sacrificarse en honor de las Armas del Rey que ha mostrado la digna Oficialidad de que he tenido el honor de ser Comandante en esta acción, por lo que no puedo menos de suplicar a V. E. tenga la bondad de recomendarlo a la piedad de Su Majestad. Igualmente que a los demás Oficiales Mayores y de Mar, guarnición y tripulación, en los que he notado un espíritu y valor con deseos de sacrificarse cual no he visto en muchas acciones en que he tenido el honor de encontrarme desde que estoy en el servicio.
Por la relación que sigue quedará enterado V. E. de los heridos y muertos de la Oficialidad de Guerra, Mayores y de Mar de dicho buque.
· Teniente de Navío D. Ramón Amaya, muerto; ídem D. Joaquín Gongane, herido; ídem de Fragata D. Juan del Busto, herido; Alférez de Navío D. Pedro Boisgnollen, herido; ídem de Fragata D. Manuel Eguía, herido; ídem D. José de la Erna, herido; Guardia Marina habilitado D. José Barros, herido; Guardia Marina D. Antonio Maimo, herido; Piloto Alférez de Fragata don Joaquín Sedriñana, herido; Contramaestre Juan Pereina, herido; Primer Guardián Pedro Balladares, muerto; Segundo Carpintero Francisco Martínez, herido; Armero Juan Lourido, muerto; Segundo Guardián Juan Baqueriza, herido; Primer ídem Félix Reine, herido; Patrón de bote Pedro Martínez, herido; Infantería de la Corona: Capitán D. Timoteo Oquiz, herido; Alférez D. Juan Mendíbil, herido; Sargento Primero Juan Asnal, herido.
Cádiz, 10 de noviembre de 1805.
Teodoro de Argumosa (rubricado).
Fuentes consultadas:
www.batalladetrafalgar.com