Fuente: http://www.mma.es/
El turismo de sol y playa irrumpe en la década de 1960 como la gran panacea al desarrollo del litoral español y, lógicamente, Doñana no quedaría excluida de esta marea urbanizadora. Todo su frente costero sufrió entonces diferentes intentos de ocupación turística. Eran años en los que se pensaba que la varita mágica del turismo garantizaba la prosperidad. La visión del desarrollo turístico fue más poderosa si cabe que la utopía del desarrollo agrícola que propugnaba el Plan Almonte- Marismas. Aún hoy, resulta sorprendente que no se haya ocupado el litoral, apoyando tal pretensión en un gran viario costero que se llegó a proyectar, como ocurrió en la mayoría de las costas agrestes de España. En la esquina occidental del Parque Nacional que linda con la costa, en 1968 se declaró Matalascañas como Centro de Interés Turístico, al igual que Mazagón, enclave situado en el mismo litoral, ya cerca de Huelva. La actividad turística en ese tramo de litoral se reducía en el momento de la declaración a unos centenares de veraneantes que procedían del Bajo Aljarafe sevillano y alquilaban tradicionalmente, desde hacía más de cuarenta años, los conocidos "ranchos", construcciones efímeras que salpicaban la franja costera. El caso de Mazagón era algo diferente, ya que se encuentra ligado a los equipamientos que surgen en el proceso de repoblación forestal de los años cuarenta.
El turismo de sol y playa irrumpe en la década de 1960 como la gran panacea al desarrollo del litoral español y, lógicamente, Doñana no quedaría excluida de esta marea urbanizadora. Todo su frente costero sufrió entonces diferentes intentos de ocupación turística. Eran años en los que se pensaba que la varita mágica del turismo garantizaba la prosperidad. La visión del desarrollo turístico fue más poderosa si cabe que la utopía del desarrollo agrícola que propugnaba el Plan Almonte- Marismas. Aún hoy, resulta sorprendente que no se haya ocupado el litoral, apoyando tal pretensión en un gran viario costero que se llegó a proyectar, como ocurrió en la mayoría de las costas agrestes de España. En la esquina occidental del Parque Nacional que linda con la costa, en 1968 se declaró Matalascañas como Centro de Interés Turístico, al igual que Mazagón, enclave situado en el mismo litoral, ya cerca de Huelva. La actividad turística en ese tramo de litoral se reducía en el momento de la declaración a unos centenares de veraneantes que procedían del Bajo Aljarafe sevillano y alquilaban tradicionalmente, desde hacía más de cuarenta años, los conocidos "ranchos", construcciones efímeras que salpicaban la franja costera. El caso de Mazagón era algo diferente, ya que se encuentra ligado a los equipamientos que surgen en el proceso de repoblación forestal de los años cuarenta.