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10 septiembre, 2010

LAS BARBARIDADES DEL SER HUMANO

Publicado en Odiel Información el jueves 9 de septiembre de 2010
A veces, algunas de esas barbaridades que el ser humano comete contra el medio ambiente y contra sus semejantes, son posible evitarlas. En el hermoso paraje del Asperillo, Parque Natural de Doñana, se quiso instalar hace algunos años una central nuclear. Las características y naturaleza del terreno, la densidad de población, la disponibilidad de agua para refrigeración, así como la proximidad de los centros de consumo, aconsejaban la elección de este lugar. La central, compuesta de dos reactores nucleares, capaces de producir una potencia eléctrica de 900 a 1.000 millones de vatios cada uno, iba a ocupar una extensión de 1732 metros, a tan solo 12 kilómetros de Mazagón. El Proyecto se sometió a información pública en enero de 1974, y poco después hubo un rechazo generalizado de la sociedad onubense, del propio Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), dueño de los terrenos, de los ayuntamientos de Palos de la Frontera, Moguer, Lucena del Puerto y Almonte, que se basaban en que dadas las inmejorables cualidades de turismo en estas playas y ser parajes inmediatos a urbanizaciones que se venían construyendo, la instalación de esta industria alejaría a los promotores y en general al turismo por la peligrosidad que podía entrañar la central nuclear, interrumpiendo por tanto la continuidad en el embellecimiento y promoción de estas playas. Sin embargo, el Colegio Oficial de Médicos de Huelva, iba más allá y aducía motivos de contaminación radiactiva del agua, del aire (con las modificaciones genéticas consiguientes), problemas en los residuos radiactivos y supuesto riesgo en caso de terremoto, ya que Huelva es una zona propicia para ello.
El accidente de Chernóbyl nos mostró los peligros que la energía nuclear tiene para la salud y el medio ambiente. Fue la mayor catástrofe de la historia de las nucleares, que terminó con la vida de más de 200.000 personas, y que aún hoy sigue cobrando víctimas. La radiactividad liberada al ambiente fue 200 veces mayor a la que dispersaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, y provocó una alarma internacional al extenderse la radiactividad a diversos países de Europa.
El proyecto de la central del Asperillo nunca se llevó a cabo, ya que no se llegó a instalar ni un solo ladrillo, y esto fue posible sin bombas ni pérdidas humanas, como ocurrió en Lemoniz, sino con la presión social, que es otro tipo de bomba pero inofensiva. Hoy la instalación de otras de industrias, menos contaminantes, pero que entrañan numerosos peligros e inconvenientes, sigue amenazando a Mazagón. Debemos estar expectantes y no consentirlo.