Federico Soubrier
En unos
momentos en los que mi mente asociaba a Alemania con la señora Merkel, aún
celebrando que ayer se disolviese el dúo dinámico y sabiendo que Sarkozy,
afortunadamente tendrá más tiempo para dedicar a su esplendida señora, pudiendo
olvidarse un poco de criticar a los españoles, me ha alegrado haber difuminado
esta tarde mi visión germánica al contemplar a este moderno buhonero. Hace
tiempo, alguien que compartía una copa conmigo al atardecer, casco con casco,
veleros abarloados y disfrutando de una magnífica puesta de sol en Barbate,
roja, de esas que traen el buen tiempo, me dijo, "mañana voy a Gibraltar,
después a Baleares y desde allí ya veré". La envidia buena, o la mala, o
yo que sé, me decía, ¡joder qué vida! Pues este alemán que me ha hecho retomar
por unos segundos el europeísmo, después de contarme que la extraña compuerta
superior del asiento del copiloto es para salir si se hunde la camioneta en el
agua, a todas luces falso, ya que los tintes bélicos de la escotilla saltan a
la vista, se ha paseado y parado múltiples veces por nuestra localidad,
presumiendo, porque puede, de ser un moderno buhonero, que acompañado de sus
perros no tiene destino y sí función: darnos un momento de relax mientras
contemplamos los abalorios que cuelgan de su preciosa y excéntrica camioneta
Hanomag con laterales de madera, fabricada en Hanover hace la intemerata de
tiempo.