En una de nuestras maratonianas charlas del bar Morón,
me contaba José Manuel Gómez, que había visto un artilugio situado en un poste
de teléfono totalmente plagado de moscas y que un mosquerío pululaba en sus
alrededores, atraído por él.
Ya había hablado con algunos biólogos de Doñana sobre
las trampas que ubican en los pinos a fin de controlar todo tipo de plagas y
poder determinar el tipo de insectos y la cantidad en que se encuentran por
nuestra zona.
Tras un intento fallido de encontrarlo y ya con un
plano mental un poco más claro, la hemos localizado. Lo cierto es que la trampa
de moscas que alguien ha colocado, posiblemente debido a la proximidad del
picadero de caballos, funciona a las mil maravillas. No sé en qué consiste el
cebo que las atrae, he averiguado la marca,
la comercializa Massó-Garden, por
si a alguien le interesa, el artefacto es de usar y tirar una vez lleno.
A nadie se le escapa que en el tiempo de vendimia y de
buen mosto de estas tierras, estos dípteros además de ser molestos pueden
propagar todo tipo de infecciones, dado que tienen por costumbre posarse en los
más antihigiénicos lugares.
El extenso refranero español las mencionan de las más
variopintas formas y las expresiones, “morir como moscas”, “nos comen las …”,
“con la … detrás de la oreja”, son muy habituales, pero me atrevería a sugerir
que lean con detenimiento, si les apetece, la cortísima fabula de Samaniego
“Las Moscas”, de la que casi todos recordamos las tres primeras frases, pero al
menos yo, había olvidado el final, poco
texto y mucho que pensar.
Federico Soubrier