UN PASEO POR EL PARAÍSO
Me había quedado dos veces con la
miel en los labios, y todo hacía pensar en ese dicho popular y supersticioso:
«No hay dos sin tres». El primer día fue el caprichoso viento, que
cambiaba de dirección continuamente y soplaba con demasiada fuerza; en el segundo
el viento venía de tierra y podía provocar bolsas térmicas que nos podían
impedir disfrutar del vuelo como es debido. El tercer día, Valentín González,
el piloto, me cogió del hombro y me dijo muy convencido: «Jose, hoy volamos».
Bajamos el Trike a la explanada
de la playa de Las Dunas, desde donde íbamos a despegar, y comenzamos con los
preparativos previos al vuelo: montaje de la cometa, arranque y calentamiento
del motor, calibración y ajuste de la cometa en función del peso de las
personas, etc.
La manga de viento que se instaló
junto a la pasarela de acceso a la playa, indicaba una dirección estable
soplando del mar entre 8 y 10 Km/h., pero de repente empezó a soplar con más
fuerza, alcanzando rachas de 18 kilómetros, y tuvimos que esperar en el
chiringuito tomando un refrigerio para ver si cambiaban las condiciones. Juan
Llamas, el técnico de tierra miraba constantemente las previsiones en Internet
y no le quitaba el ojo a la manga de viento, pero era ya mediodía y las
previsiones amenazaban con vientos más fuertes, por lo que decidieron salir de
inmediato. Se me ocurren muchos calificativos para definir una de las
experiencias más impresionantes que he vivido, pero simplemente diré que fue
¡alucinante!