Eran las seis y media de
la madrugada de hoy cuando una avanzadilla de olas impulsadas por el fuerte
viento, aprovechando la pleamar, osó saltar la línea divisoria de la playa de
Mazagón, subiendo peldaños de las escaleras de acceso, llegaron hasta los
arroyos del pantano de los Conquistadores, consiguiendo beber de ellos,
saciando su apasionada sed. Sal y dulzor se fundieron en una tempestuosa
penumbra despidiéndose al percibir las primeras luces de un resplandeciente
amanecer, no sin antes concertar su próxima cita, certera pero secreta.
Federico Soubrier