En su día me di cuenta
de que algunas formas de color parduzco que aparecen en la orilla, similares a
una piedra, no son tales, sino piezas de hierro oxidadas por su permanencia en
la mar. A veces he llevado alguna a casa, partiéndola con un martillo, y cómo
no, he encontrado tornillos en su interior, o tuercas, incluso hasta una navaja,
que seguramente a algún pescador se le caería desde la barca.
En esta ocasión ha sido
un tanto diferente. Quizás la mar ha querido plantearnos un jeroglífico para
entretenerse un rato. Paseando como de costumbre por la playa de Mazagón encontramos
una especie de piedra que nos llamó la atención, tal vez por un diseño un tanto
granítico, por sus puntos más oscuros o por parecer que estaba estratificada en
al menos cinco capas. Sus dimensiones serían de unos quince centímetros de
largo, por tres de ancho y otros tres de alto. Por supuesto nos la llevamos,
llamándonos la atención el que en una de sus caras parecía que tenía algunos
adornos ovalados.
Tras un enjuague con
agua dulce, se la enseñamos a nuestro amigo Manolo con experiencia en la
construcción. Le encontró cierto parecido con piedras que utilizan los
marmolistas para pulir. Incluso a Javier le recordó a los compactos de
tetrabrick que transporta en el camión. Después, una atrevida amiga raspó con
una cuchara las piedrecitas de adorno, apareciendo trozos de plomo. Más tarde
al secarse, quedó claro que no era roca, sino una especie de esparto, que se
seccionó y dejó ver que el plomo estaba incrustado a modo de balas en una
cartuchera de cordel.
Consultamos a Ernesto,
hombre de la mar, a un amigo arquitecto y a otros más, pero nadie había visto
algo similar. Hablé con un marinero de Isla, de setenta y cinco años de edad y
me comento que el sistema le resultaba familiar, parecido al que se usaba en
las artes a principios de este siglo, específicamente en las almadrabas pero
que físicamente, ningún parecido.
Buscando en internet encontramos
cabos para redes que tienen el alma de plomo, cubiertos por nylon o poliéster,
para la mar o para cuestiones de hípica. Quiero creer que la pieza procede de
maromas emplomadas, utilizadas hace cientos de años para dar fondo a paños de red. Quién sabe si en esta página
alguien adivinará lo que es.
Estas mismas fotos se las
envío a mi amigo, casi hermano, José Antonio Teba, responsable de un Servicio
de Arqueología de la Junta de Andalucía. En el caso de no encontrar respuesta,
acercaremos la pieza al museo, pero en tanto nos contestan, es todo un placer
hacer cábalas sobre si puede ser fenicia o romana, o quizás nada de nada, tan
solo otra broma de la mar.
Federico Soubrier García.