El Gobierno hizo resucitar hasta los muertos que
todavía seguían censados, con el fin de frustrar la clara decisión de los
andaluces.
Carta del Presidente de la Junta a los andaluces
Mañana jueves
los andaluces celebran el aniversario de la consulta popular por la que el pueblo
andaluz decidió el 28 de febrero de 1980, acceder a su autonomía.
Los que vivimos aquella
noche del 28-F, la recordamos con rabia e indignación, y al mismo tiempo con
una tremenda alegría. Con rabia e indignación porque el Gobierno hizo todo lo
posible para que esta consulta popular fracasara, como así fue; y con una tremenda
alegría porque fue una clara victoria moral, que poco después llevó a esta
comunidad a conseguir la plena autonomía por el artículo 151.
En la Constitución
Española se establecieron dos vías para aquellas regiones que quisieran tener una
administración autónoma: la establecida en el artículo 151, una autonomía
plena, reservada para las «comunidades históricas» (Cataluña, País Vasco y
Galicia), y la que establecía el articulo 143, una autonomía que restringía las
competencias.
En este referéndum
chapucero, que fue un atropello a todos los andaluces, se votaba la vía del
artículo 151 para conseguir dicha autonomía. El Gobierno hizo resucitar hasta
los muertos que todavía seguían censados, con el fin de frustrar la clara
decisión de los andaluces. La pregunta de la papeleta era enrevesada, farragosa
y no figuraban las palabras ni autonomía, ni Andalucía.
Fue un caso
excepcional en la historia de los referéndums en el que el resultado no
dependía de Andalucía en su conjunto sino de cada una de sus provincias. Es decir,
que para acceder a la autonomía por esta vía era necesario el voto afirmativo
de la mayoría absoluta de los electores de cada provincia. El referéndum triunfa
en siete de las ocho provincias andaluzas, pero no alcanza los requisitos
legales en Almería. La voluntad de los andaluces quedó lo suficientemente
clara, y unos meses después, el Gobierno de UCD se vio obligado a modificar la
Ley de Referéndum para que se permitiera la incorporación de la provincia
almeriense al proceso autonómico. La autonomía pues, no se ganó en
las urnas, pero se ganó en los despachos.
Papeleta enrevesada y farragosa en la que no figuraban las
palabras ni autonomía, ni Andalucía.