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27 febrero, 2013

28-F, Día de Andalucía

El Gobierno hizo resucitar hasta los muertos que todavía seguían censados, con el fin de frustrar la clara decisión de los andaluces.
Carta del Presidente de la Junta a los andaluces
Mañana jueves los andaluces celebran el aniversario de la consulta popular por la que el pueblo andaluz decidió el 28 de febrero de 1980, acceder a su autonomía.

Los que vivimos aquella noche del 28-F, la recordamos con rabia e indignación, y al mismo tiempo con una tremenda alegría. Con rabia e indignación porque el Gobierno hizo todo lo posible para que esta consulta popular  fracasara, como así fue; y con una tremenda alegría porque fue una clara victoria moral, que poco después llevó a esta comunidad a conseguir la plena autonomía por el artículo 151.

En la Constitución Española se establecieron dos vías para aquellas regiones que quisieran tener una administración autónoma: la establecida en el artículo 151, una autonomía plena, reservada para las «comunidades históricas» (Cataluña, País Vasco y Galicia), y la que establecía el articulo 143, una autonomía que restringía las competencias.

En este referéndum chapucero, que fue un atropello a todos los andaluces, se votaba la vía del artículo 151 para conseguir dicha autonomía. El Gobierno hizo resucitar hasta los muertos que todavía seguían censados, con el fin de frustrar la clara decisión de los andaluces. La pregunta de la papeleta era enrevesada, farragosa y no figuraban las palabras ni autonomía, ni Andalucía.

Fue un caso excepcional en la historia de los referéndums en el que el resultado no dependía de Andalucía en su conjunto sino de cada una de sus provincias. Es decir, que para acceder a la autonomía por esta vía era necesario el voto afirmativo de la mayoría absoluta de los electores de cada provincia. El referéndum triunfa en siete de las ocho provincias andaluzas, pero no alcanza los requisitos legales en Almería. La voluntad de los andaluces quedó lo suficientemente clara, y unos meses después, el Gobierno de UCD se vio obligado a modificar la Ley de Referéndum para que se permitiera la incorporación de la provincia almeriense al proceso autonómico. La autonomía pues, no se ganó en las urnas, pero se ganó en los despachos.

Papeleta enrevesada y farragosa en la que no figuraban las palabras ni autonomía, ni Andalucía.