Publicado en el Periódico de Huelva el viernes 29 de marzo de 2013
Estoy
sentado en Mazagón contemplando la danza de las llamas en la chimenea. De
pronto, una aumenta su tamaño y se asoma tímidamente al salón. Retrocedo en el
tiempo mientras enciendo otro cigarro, cierro los ojos y como casi cada semana
santa vuelvo a estar allí, en el club para jóvenes que había en el edificio
aledaño a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. En tiempos de Franco y en un
instituto masculino, mi ciclomotor, una magnífica Puch Minicross amarilla y una
mochila cargada de testosterona me llevaban a acercarme a las chicas. A los
dieciséis, todo un reto y estaban allí.
Lo veo
claramente, somos unos nueve en una gran habitación del fondo, de techo
altísimo, a oscuras con una tenue vela en una esquina y una copa, trofeo de
alguna competición, en la opuesta, preparada hasta la mitad de pólvora y
cubierta hasta arriba de alcohol. Cogidos de las manos, sentados a una
gigantesca mesa, bueno algunos a sus mangas para poder manipular bajo la mesa
una caja de cartón con perdigones que emulaba perfectamente el ruido de una
tormenta, o disparar con unos cables y una pila varios flases, de aquellos dados
cuadrados para cámaras o tirar de un sedal invisible que pasando por la
altísima lámpara ahora a oscuras llega hasta una estantería donde está oculto
un plumero.
Apagada
la vela, por única luz la llama azul del alcohol consumiéndose, alguien vocifera
—Invoco al espíritu de Juana de Arco que murió en la hoguera ¡muéstrate!— Ruido
de tormenta —¡Preséntate!— Se apaga la llama por unos segundos, los flases se
disparan encendiéndose un instante ocultos por la estancia —Haz acto de
presencia Juana, vuelve a la hoguera— Oscuridad total, la pólvora arde,
saliendo una inmensa llamarada de unos dos metros por medio de ancho, que lo
ilumina todo. El plumero emprende su vuelo de lado a lado de la habitación,
todo se vuelve a apagar. Gritos, golpes de sillas cayendo, todos corriendo
hacia la salida a oscuras, está a unos diez metros. Un verdadero ataque de
histeria en una de las chicas, la calmamos, risas, maldiciones, cabreos. Al día
siguiente cierran el club ¡loca juventud!
Federico Soubrier
García.