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03 abril, 2013

¿Aparición divina?

Él me llamó…,  giré la cabeza y vi su silueta difuminada entre los  eucaliptos  del arroyo Julianejo. Paré el coche rápidamente y todos miramos asombrados hacia aquella luz majestuosa. «¡Maestro!, ¿eres tú?», preguntó unos de los amigos que me acompañaba en el paseo por este Edén, al que Dios llamó Mazagón.

«Sí, eres tú», afirmaba mi amigo, al tiempo que asentía con la cabeza. «¡Manifiéstate!, ¡haznos llegar tu mensaje!», dijo con una mezcla de euforia e impaciencia.

Se sentía una brisa marina con tono bronco y seco, quizás provocado por las olas rompiendo en la orilla, allí donde pastan las gaviotas.

En ese mismo instante, justo cuando estábamos observando aquel fenómeno, de repente exclamamos al unísono: ¡Coño!, ¡Joder!, ¡Puto sol, “ma dejao” ciego!

Cuando recuperamos la visión nos miramos todos a la cara y nos partimos el culo de risa.