Una vez más, la 9º, y tras varios
cambios de fecha, el equipo Almogambo realizó la travesía Mairena del
Aljarafe-Casa Ginés (Mazagón) el pasado sábado 22. En esta ocasión fuimos ocho
los valientes( tuvimos bajas por lesión, trabajo y por no dejarle “la
parienta”) que a pesar de caer en fecha estival nos decidimos a no faltar a la
cita bianual que tenemos pactada con nuestro patrocinador, Casa Ginés, y
partimos hacia Mazagón a las 6:45 de la mañana. La primera etapa transcurrió
sin novedad, algunos tramos de arena que hacían que bajara nuestra velocidad
media, pero sin problemas más allá de alguna caída casi parados. A eso de las
8:15 horas paramos a desayunar en Villamanrrique de la Condesa, en casa Tomás,
donde ya nos conocen más que de sobra y nos atienden rápido y con cariño.
A las 8:35 horas retomamos la
ruta con destino a la aldea del Roció. Tras una hora de pedaleo fácil por la
carretera de las fresas alcanzamos la ermita rociera, no sin antes chuparnos
los cientos y cientos de metros de arena que forman los accesos a ella. Tras
las micciones pertinentes mirando a la marisma, el relleno de los bidones de
agua y la foto obligatoria, volvimos a las bicicletas con destino a Mazagón.
Nuestro amigo José Mª Feria, gran
conocedor del Coto Doñana y alrededores, además de nuestro sherpa en esta
ocasión, nos condujo con destreza y exactitud por una nueva ruta, más bonita y
que nos evitaba el rodar por el arcén de la carretera de Matalascañas durante 6
km. Por la carretera del Acebrón y tras sortear alguna valla y tomar
algún camino comido por la vegetación, nos condujo por zonas de gran belleza y
donde parecía que el ser humano no pasaba desde hacía mucho tiempo. Hasta
Mazagón todo fue con normalidad, unos mejores, otros peores (yo), pero tiramos
para delante como buenamente pudimos.
Como ya es habitual, la entrada a
la calle de Casa Ginés la hizo el grupo encabezado por Pepe, único participante
de la localidad costera, el cual nos pide fervientemente que le dejemos
el primero por el qué dirán.
A las 13:10 nos apeamos de las
bicicletas con los ”mojinos” como los de un mandril, con la única obsesión de
meternos entre pecho y espalda la primera de las innumerables glaciales que
Juan, Marina y Ginés nos iban a servir durante una magnífica velada.
José Ignacio Noguera.