ANÉCDOTAS DE MAZAGÓN
Dicen que
cuando Colón llegó a América, lo primero que hizo fue desayunar café con
tejeringos en un chiringuito que uno de Bonares tenía a pie de playa. A los de
Bonares te los puedes encontrar en cualquier sitio del mundo, y sobre todo en
Mazagón; ellos fueron unos de los primeros pobladores de esta localidad, junto
con los rocianeros y, aunque hoy en el sitio más recóndito de Mazagón podemos
tener a uno como vecino, generalmente se
concentran en dos grandes urbanizaciones, como “Casas de Bonares” y “Chicago”.
Y fue en esta última urbanización donde ocurrió la curiosa anécdota que vamos a
contar, y de la que estoy seguro que tomarán nota más de uno.
Dicen también
que antiguamente en Bonares nacían muchos varones con una tiza en la oreja
porque ya estaban predestinados a ser taberneros, y hasta hace muy poco la
mayoría de los bares de Huelva capital estaban regentados por bonariegos. Es
por eso precisamente, que los de Bonares saben tanto de bares y tabernas y
conocen todos los trucos habidos y por haber.
El otro día, José Manuel Prieto Martín, vecino de Bonares que veranea en la urbanización “Chicago” le resolvió un enorme
problema a Ernesto Pérez, propietario de la taberna “Capitán Salitre”, ubicada
en esta urbanización. Ernesto le comentaba en la barra a este señor que estaba
muy preocupado con el váter de caballeros, que la gente se meaba fuera y que
tenía que limpiarlo varias veces al día. «Hay tíos que la tienen torcida o que
no apuntan bien», dijo Ernesto en tono de broma. El de Bonares, que lo había
estado escuchando sin pestañear, sonrió y dijo: «La solución es muy sencilla,
compra una pelota de plástico, del tamaño de una de ping pong, la metes en la
taza del váter y se acabó el problema». Ernesto se quedó mirándolo con cara
de asombro, con la sensación de que le
estaba tomando el pelo. El de Bonares le explicó la mecánica del invento: «El
tío cuando va a mear se fija en la pelotita centrando el chorro en ella y no se
escapa ni una sola gota de la taza. Funciona, pruébalo», dijo el de Bonares muy seguro de sí mismo.
Ernesto no se
lo pensó, salió a la tienda y compró una pelota de un llamativo color naranja
que desde hace unos días flota en el fondo del váter. Os puedo asegurar que
este ingenioso invento es eficaz e invita a mear aún sin ganas.