UNA JORNADA DE PESCA CON "CANITO"
El arte se recoge con las primeras luces del
amanecer
En una mesa redonda de
unas jornadas gastronómicas dedicadas al langostino, organizadas por
el Restaurante Las Dunas de Mazagón en junio de 2010, uno de los
participantes preguntó a Fernando Hermoso Marín, propietario del
prestigioso restaurante “Casa Bigote”, de Sanlúcar de Barrameda,
en qué se diferenciaba el langostino de Sanlúcar del langostino de
Huelva. «En nada, absolutamente en nada, son los mismos langostinos
pescados prácticamente en la misma costa», dijo éste. El escritor
onubense y profesor de Historia, Bernardo Romero, añadió: «El
langostino de Sanlúcar tiene una cosa que no tiene el de Huelva:
literatura. Nosotros tenemos nuestra literatura del jamón y la
gamba; Sanlúcar tiene la del langostino».
Los primeros langostinos
se pescan en la costa de Mazagón en el mes de junio, coincidiendo
con el aumento de la temperatura del agua, éstos son los más
apreciados y cotizados en el mercado; más tarde, los precios caen
considerablemente por el aumento de las capturas. La temporada se
puede prolongar hasta mediados de agosto, dependiendo de las lunas y
las mareas, y es en esta época cuando empiezan a escasear y vuelven
a alcanzar su precio inicial.
Los primeros
langostinos llegan a bordo
Al igual que la acedía,
el langostino se pesca en fondos arenosos y ligeramente fangosos, y
es aquí en estas zonas donde los pescadores calan sus redes. Lo
hacen al ponerse el sol, porque este crustáceo se esconde bajo el
lecho de arena durante el día y por las noches salen a alimentarse y
es cuando tiene su máxima actividad. Con dos horas en el agua sería
suficiente para volver a recogerla, sin embargo, lo hacen con las
primeras luces del amanecer para coger algunos chocos y acedías y
así asegurar el jornal en el caso de que hubiera poco langostino.
El langostino se puede
pescar al arrastre, sistema poco sostenible y muy agresivo que
produce un nefasto impacto sobre el medio, o con trasmallo, una pesca
artesana y respetuosa con el fondo marino. La longitud de los
trasmallos que utilizan los pescadores artesanales de Mazagón van
desde los 50 a los 100 metros. La red está unida en los extremos a
una boya o baliza y tiene una línea de plomos para que llegue al
fondo y otra de boyas para elevarla y así formar una pared donde el
langostino es atrapado
Cayetano Morgado es uno de los pescadores de Mazagón que mantiene
viva esta tradicional forma de pesca, que dentro de poco, el mal
llamado progreso se encargará de hacerla desaparecer. Cayetano, más
conocido por el sobrenombre de “Canito”, es un lepero de 51 años
con una extensa tradición marinera, que llegó a Mazagón de la mano
de sus padres cuando solo tenía cuatro años. La familia se instaló
en una choza en el cabezo de la urbanización “Casas de Bonares”,
donde pasaban los veranos mientras su padre se dedicaba a la pesca, y
hace veinte años que decidió quedarse definitivamente en esta
localidad. Canito tiene su humilde embarcación, una patera de cinco
metros y medio con un motor de 20 CV., atracada entre lujosos barcos
en un pantalán de puerto deportivo de Mazagón. Todos los días a
las seis de la mañana toma café el bar del puerto, intercambia
impresiones con el resto de los pescadores y después se dirige en
solitario a levar el arte que echó el día anterior a dos o tres
millas del puerto. Sus manos encalladas de tirar de la red arrancan
el motor que siempre tiene a punto, y con ese rostro tostado por el
sol y arrugado por la brisa marina, rasgos evidentes de un hombre de
mar, pone rumbo al caladero con la mirada perdida en el horizonte.
Localizado el trasmallo
comienza a tirar de él, colocándolo en círculo en la cubierta de
la patera y teniendo mucho cuidado en no tocar un pez araña o una
tembladera, que suelen jugar malas pasadas. Después lo cubre con una
manta húmeda para que se conserven vivos. En poco más de dos horas
ya está de regreso en el puerto, y es ahora cuando comienza la
laboriosa tarea de ir quitando uno a uno el langostino que quedó
atrapado en la red, con la precaución de no arrancarles ni un solo
pelo del bigote para que no pierdan vistosidad y poder venderlos a
buen precio. El langostino se echa en una canasta con agua y hielo
para que llegue vivo a su destino. Al mismo tiempo se va
seleccionando en otra canasta la acedía y algunos chocos que puedan
entrar. Pero la faena más dura llega a la hora de limpiar la red y
dejarla preparada para el próximo lance, quitar las conchas, las
algas y la morralla, es un trabajo que requiere mucho tiempo, a veces
algo más de dos horas.
Canito, con esa
mirada ausente que lo caracteriza, de regreso al puerto de Mazagón.
La jornada no
se ha dado mal, 3 kilos de acedías, algunos chocos y 12 kilos de langostinos
que el propietario de un restaurante de Marbella le ha pagado a buen precio. «Menos
mal que hay días buenos como el de hoy que me ayudan a vivir durante todo el
año; el invierno es muy malo, algunos meses estoy más de quince días sin poder
salir a pescar por culpa de los temporales», comenta Canito con una mezcla de
alegría y desazón.
José
Antonio Mayo Abargues