Habían pasado un par de veces por la puerta de
la “Taberna La Salsa Brava” en Mazagón, en ese recorrido típico del turista que
llega por primera vez a un lugar desconocido buscando el mejor sitio para cenar;
a veces te equivocas y al día siguiente tienes que empezar de nuevo a
investigar con cierta desconfianza desde la puerta el interior del local, la
terraza, la pizarra y el aspecto general del negocio, incluidos los camareros.
No fue su caso porque acertaron a la primera, y según confesaron unos días
después fueron atraídos hacia allí por el exquisito olor que la parrilla de la
terraza desprendía a lo largo de toda la calle Ancla, y por el atractivo de su
terraza jardín.
La familia, que no era de la tierra por su
acusado acento extremeño, la componía un matrimonio con dos hijos adolescentes,
claramente resignados por haber tenido que abandonar a sus amigos durante
quince días para venir con sus padres. Habían descubierto nuestras playas a
través de un periódico digital de Mazagón, en el que entre otras cosas, se
encarga de hacer llegar a miles de hogares los encantos de esta localidad. Los
primeros días entraban después de subir de la playa para tapear y tomar algo;
luego decidieron ir a cenar, apurando su estancia en la terraza hasta bien
pasada la medianoche.
Pepe Prieto, arquero olímpico en Los Ángeles
84, el responsable de este establecimiento, lleva habitualmente un mandil negro
con el nombre de la empresa bodeguera Félix Solís, que fue el protagonista de
esta curiosa anécdota. Todas las noches al terminar de cenar el hombre se
dirigía a Pepe para darle las gracias, siempre con las mismas palabras: «Félix,
todo muy rico, exquisito». El primer día, Pepe se tuvo que meter en la cocina
porque se estaba desternillando de risa, pero poco después asumió como propio
aquel nombre que no le correspondía.
La ultima noche que se sentaron a cenar, Pepe
se dirigió a él para hacerle saber su verdadero nombre: «Mire usted, no le dije
nada el primer día que me llamó Félix, y ya después me costaba trabajo, pero no
me gustaría que se fuera usted pensando que yo me llamo Félix, mi nombre es
Pepe, Pepe Prieto. Félix Solís es la empresa bodeguera que gentilmente me ha
regalado este mandil».
«¡Pero, hombre, cómo no lo dijo usted antes!»,
dijo el hombre algo ruborizado. «Porque en realidad no tiene demasiada
importancia, lo más importante es que salgan ustedes de aquí todas las noches
contentos», respondió Pepe.
Pepe invitó a unas copas y se sentó con ellos
a la mesa. En la larga conversación que mantuvieron en la sobremesa, a la
familia se le llenó la boca de halagos hacia las playas de Mazagón y su
naturaleza virgen «Mazagón es un paraíso por explorar», dijo la mujer. El
verano que viene han prometido volver sin falta.
José Antonio Mayo Abargues