30 agosto, 2013

PERDIERON MEDIA MUJER

Playa de Mazagón 
Foto: www.mazagonbeach.com
Decía mi bisabuelo, que era cirujano, que el hombre había perdido media mujer, y lo hacía refiriéndose a la expectación que generaba para los de su quinta el poder observar el tobillo de una chica cuando se bajaba de un carruaje. Se refería al recorte que había sufrido el largo de las faldas de las señoritas modernas en muy pocos años, sobre los sesenta. Oyendo esto de quien habría visto a menudo cuerpos desnudos de señoras en su consulta e indudablemente en el quirófano, ahora suelo meditar sobre qué pensaría si se diese una vuelta conmigo por las playas de Mazagón. Seguramente quedaría alucinado al observar la belleza de pechos descubiertos desafiando al sol y, cómo no, las curvas de las prominentes nalgas de algunos traseros cubiertos en ocasiones con lo que por aquí denominarían una guita.

Evidentemente aquí me refiero, y él se refería, únicamente a la sensualidad,  el erotismo y la belleza femenina. Valía, consideración, capacidad, adaptación e integración de la mujer decantarían haber ganado mujer y media pero, en esta ocasión, no es tema.

Le doy la razón y me apunto a los que perdimos media, afirmándome en que la hornada de chavales que me sucedió, la ha perdido entera. Era obligatorio e indispensable en mi juventud que si había un grupo de chicas cercano te acercases a ellas e intentases entablar conversación, teniendo casi ninguna importancia el que te dieran calabazas. Hoy eso no sucede. Los chavales han debido perder testosterona, esa que favorece el crecimiento del vello corporal y estimula el deseo. Se han criado con el desnudo de sus madres, cuestión antes inconcebible. Se preocupan más de su pelo y de su indumentaria que del sexo opuesto. Murió el tabú del cuerpo femenino. Tatuajes, bíceps, depilación… se disputan con las tablets y los móviles el espacio de interés “masculino”. Las chicas, que podemos ver los sábados por la noche dirigiéndose al botellón, mantienen una contienda por exhibir sus encantos de tal manera y en semejante abundancia que a veces incluso puede rayar el mal gusto, debido a una feroz competencia por despertar la libido de algún posible interesado.

Creo que hemos tenido suerte los que nacimos en los cincuenta y que más valen unos pechos bonitos que diez mil empeines. Pero no puedo evitar cada vez que vuelvo a ver una película de John Wayne y la protagonista baja de la diligencia, pensar qué razón tenía mi bisabuelo y dudar de alguna manera si el camino que llevamos, a largo plazo, será el que propicie el final de nuestra especie.

Federico Soubrier García

.Publicado en El Periódico de Huelva el 29 de agosto de 2013