El Pero Vázquez, ondeando la bandera de
Palos, en el momento de la salida del muelle de La Rábida hacia Baiona La Real.
La curiosidad por este barco se pegó en
las retinas de Ernesto Pérez Domínguez, a través de los cristales de la ventana
de la antigua Escuela Náutica de Huelva, donde estudiaba para patrón en el año
1.979. En las bajamares se divisaba en la Isla de Bacuta, frente al aula donde
estudiaba, el casco de un antiguo barco hundido y clavado en la arena fangosa
del otro lado del río Odiel. Una mañana, Ernesto, decidió cruzar el río para
inspeccionar de cerca al protagonista de la fantasía que rondaba por su cabeza desde
hacía algunos meses. Comprobó que el hundimiento había sido provocado por dos
agujeros que tenía en el pantoque y que en su interior había más de tres
toneladas de piedras con hormigón que habían servido de lastre para la
estabilidad de la embarcación, por lo que su reflotamiento no iba a ser tarea
fácil. El barco resultó ser la canoa “Cibeles”, propiedad de la Naviera del
Odiel, con la que Ernesto hizo trato para adquirirla en marzo de 1.980, por un
valor de 10.000 pesetas.
Recuperar aquel barco y hacerlo
navegable era una idea que ni al más demente de los terráqueos se le hubiera
ocurrido, pero Ernesto, que es un especialista en hacer realidad los sueños, se
puso manos a la obra y en pocos días ya estaba flotando en la superficie.
Esperó una bajamar de alto coeficiente para que el barco quedara completamente
al descubierto, achicó el agua con una bomba, tapó los agujeros del pantoque
con madera, goma y fango, y la salida del eje de cola, ya que carecía de él;
más tarde, cuando subió la marea lo remolcó con el pesquero “Mariscos Moguer nº
6”, pegándolo a su costado para llevarlo hasta el Muelle de La Reina, en La
Rábida.
Al llegar al puente de Colón tuvieron
que esperar a la bajamar porque el “Mariscos Moguer” pegaba con el palo en el
puente; aquellas horas se hicieron eternas, pues la canoa Cibeles seguía
filtrando agua por el pantoque y el eje de cola y hubo que achicar sin cesar
para evitar el hundimiento en medio del río, donde ya no habría posibilidad de
volver a recuperarla. Ya en el muelle de La Reina dejaron que las vías de
agua la hundieran cerca de la orilla,
donde quedó amarrada por la proa a un eucalipto, y anclado al río por la popa.
Un mes más tarde comenzaron los trabajos de restauración de aquel barco al que
Ernesto registró más tarde en la lista de embarcaciones deportivas, con el
folio 5º HU-3-1616, y le puso el nombre de “Pero Vázquez”, en honor al marino
palermo, Pero Vázquez de la Frontera, gran experto como navegante en la Armada
portuguesa, que animó a Cristóbal Colón y a los hermanos Pinzón a realizar el
viaje del descubrimiento de América.
La restauración fue una obra faraónica,
pues en el muelle todavía no había ni agua ni luz eléctrica, lo que dificultó y
atrasó mucho los trabajos. Se limpiaron los lodos, se retiró el lastre de
hormigón, se desmontaron los tanques, el motor y el puente, dejando solo la
maquinilla del timón y un tambucho o guardacalor para el motor. Después se
sanearon los agujeros del casco, que se calafateó y carenó para hacerlo
estanco. Para ello, Ernesto contó con la colaboración desinteresada de
numerosos amigos a los que recuerda con cariño y nostalgia. Fueron necesarios
cuatro años para que el barco quedara completamente restaurado y comenzara a
navegar con un motor de 1.500 kilos, demasiado lento porque tenía 60 CV, y una
velocidad rotatoria de 1.500 rpm, que solo alcanzaba 5 nudos de velocidad, un
motor restaurado que había sido desechado de un pesquero, por el que pagó
40.000 pesetas.
Jorge Gómez Trisac, en la puesta en
marcha de la “nueva” máquina de Pero Vázquez
El comienzo de su Cuaderno de Bitácoras,
dice: Tras una larga restauración que duró
cuatro años, por fin arrancamos la máquina y salimos de prueba en enero de
1983. Al principio todo eran problemas, no teníamos puente, el timón a popa y
todas las bombas perdían agua. Como rezón tuvimos que improvisar un rastro sin
copo hasta que conseguimos uno.
Fue el 11 de febrero de 1983, cuando el
Pero Vázquez se hizo a la mar por primera vez para dedicarse a las faenas de la
pesca, una pesca no profesional, dado que el barco estaba registrado como yate
y no podían vender el pescado en la lonja. «Hemos
salido del muelle de La Rábida a las 3:50 horas. Viento Norte flojo. A favor de
corriente doblamos el faro del espigón, rumbo 180º. A las 5:10 horas el viento
es fuerte al cambio de la mar. Poca pesca, cabrachos, burros y algunos chocos».
Se puede decir que el objetivo de
recuperar aquel barco, ponerlo en marcha, y mantenerlo navegando durante
algunos años, fue un reto personal sin ningún interés económico, ya que todos
los beneficios que obtenía con la pesca eran invertidos en su costoso mantenimiento.
Cuando el “Sirius”, barco insignia de la
organización ecologista Greenpeace impidió en 1986 que los buques Nerva y
Niebla vertieran en aguas del golfo de Cádiz 1.000 toneladas de residuos tóxicos
de la fabricación de dióxido de titanio, los marineros de Palos no quisieron
ser ajenos a esta barbaridad ecológica y se unieron al Sirius, a bordo del Pero
Vázquez para abordar a estos dos buques y abortar el vertido; primero por
propia convicción sobre los efectos nocivos que esos vertidos tenían sobre el ecosistema,
y porque ponía en peligro la supervivencia del sector pesquero, medio de vida
de numerosas familias palermas.
La
proa del Pero Vázquez enfilando al Nerva, mientras los activistas de Greenpeace
intentan darle alcance para encadenarse en la popa.
En 1.986, siendo alcaldesa de Palos,
doña Juana Pérez Romero, surge la idea de la Corporación Municipal de hermanar
por mar las localidades de Palos y Baiona La Real, hermanadas oficialmente por
tierra desde marzo de 1.977, con motivo de la arribada de la carabela La Pinta
en esta última localidad en marzo de 1493 tras el viaje a América. Para
realizar esta histórica travesía fue elegido el Pero Vázquez, que en aquel
momento no contaba con una tripulación estable, pero fueron necesarios solo
unos días para que Ernesto reclutara a cuatro marineros de Palos, dispuestos a
emprender esta travesía de hermanamiento con Baiona y rendir homenaje a la
tripulación de la carabela "La Pinta". Los cuatro tripulantes que
fueron capitaneados por Ernesto Pérez Domínguez, fueron: Jorge Gómez Trisac, Manuel
Cumbrera Gómez, Manuel García Pizarro, y Juan Manuel Coronel Rojas.
Contribuyeron a la financiación del viaje, el Ayuntamiento de Palos con una
aportación económica, Mariscos Rodríguez con todos los víveres necesarios para
la travesía de ida y vuelta, y el Fresón de Palos pagó el combustible.
El 2 de julio de 1986 el Pero Vázquez
partía hacia Baiona, ante la gran expectación de numerosos vecinos de Palos que
se habían dado cita en el muelle de La Reina para despedir a los cinco
tripulantes que iban a llevar la bandera de Palos 500 millas más allá de la
Cuna del Descubrimiento.
El material de navegación lo componían
cinco cartas náuticas que cubrían toda la costa desde Palos hasta Baiona, un
transportador de ángulos, un lápiz y una goma. Los modernos sistemas de
comunicación con el que cuenta hoy cualquier embarcación por muy pequeña que
ésta sea no existían entonces, pues no había GPS ni teléfono móvil; simplemente
llevaban una emisora de corto alcance que de poco les sirvió. Los tripulantes,
expertos en la navegación a vela, adaptaron al barco un rudimentario velamen
que funcionó perfectamente. Tardaron algo más de lo previsto en llegar a su
destino, porque un temporal los sorprendió antes de doblar el Cabo de San
Vicente, arrancando de cuajo la ventana del puente y obligándolos a entrar en
Sagres.
Muchos alimentos perecederos se echaron
a perder, ya que el barco no llevaba frigorífico, y a la vuelta hubo que hacer
un acopio de nuevas provisiones. La administración económica no funcionó todo
bien que debiera y el cocinero se tuvo que ajustar al escaso presupuesto con el
que contaba. Entre los víveres que había conseguido reunir se encontraba una
mortadela con un sabor algo raro, que, aunque no paso desapercibido para la tripulación,
tampoco le dieron demasiada importancia, hasta que un día descubrieron entre la
basura el motivo de aquel extraño sabor, al ver que en la lata que había
contenido la mortadela aparecía la cara de un pastor alemán y debajo el texto:
Mortadela para perros.
Contar todos los detalles de aquel viaje
sería una historia demasiado larga, pero a modo de anécdota hay que comentar
que cuando hicieron escala en Lisboa, les obligaron a amarrar debajo del Puente
25 de Abril, donde nadie quería atracar porque era imposible conciliar el sueño
por el estrepitoso ruido que provocaban los coches al rodar por su pavimento
metálico. Atracaron junto a un barco, cuyos propietarios eran unos traficantes
de armas con poco futuro que arrastraban más hambre que el perro del “afilaó”.
Les ofrecieron pistolas y municiones, y hasta un Kalashnikov por 20.000
pesetas, toda una ganga. La tripulación del Pero Vázquez sintió lástima por
ellos y les invitaron a comer durante los tres días de su estancia en Lisboa.
El Pero Vázquez navegando
hacia Baiona
El 9 de de julio de 1986, los cinco
marineros palermos entraban en aguas gallegas, un poco desorientados, ya que no
llevaban ni radar ni sonda. Ya próximos a Baiona se acercaron a un barco que
estaba pescando pulpos para preguntarle si iban bien encaminados, el patrón les
marcó un rumbo para guiarlos hasta la Piedra de los Lobos, frente a las Islas
Cies, para enfilar después las Islas Estelas, recomendándoles que no se pegaran
mucho a la costa porque había muchas piedras: «Las Islas Estelas son como las
tetas de una muller», dijo en un gallego cerrado el patrón del barco pulpero.
Con aquella imagen de Las Estelas, y
dando rienda suelta a sus fantasías sexuales, los marineros del Pero Vázquez
llegaron al puerto de Baiona La Real, donde les esperaba una comitiva municipal.
Subieron a bordo, entre otros, el concejal José Manuel Marcote y el alcalde Benigno
Rodríguez Quintas “Chicho”, para darle un efusivo abrazo a la tripulación.
Más tarde fueron recibidos en el Ayuntamiento, en el que Ernesto, en
representación de toda la tripulación y del pueblo de Palos de la Frontera
entregó una placa conmemorativa al alcalde, en presencia de la autoridad de Marina.
Ernesto Pérez Domínguez, entregando la
placa conmemorativa al alcalde de Baiona, Benigno Rodríguez Quintas, en
presencia de la autoridad de Marina.
José Antonio Mayo Abargues
Publicado en la revista Palos con Milagros 2013