25 de octubre, 2013
Nuestras
calles comienzan a recuperar aquella alegría circense de la cabra y la escalera
que antaño entretenía a niños y mayores en todos los pueblos y ciudades de
nuestra geografía, y tal vez sea la dichosa crisis el motivo de rescatar este
humilde espectáculo. Pero esta costumbre y tradición, recuerdo de nuestra
niñez, que creíamos haber perdido, ha cambiado mucho. El espectáculo sigue
siendo el mismo y cumple con ese objetivo de dar una chispa de alegría a
nuestras vidas a cambio de una moneda., aunque ya nada es igual.
El otro día
este circo ambulante se detuvo en una céntrica calle de Mazagón, ante la
sorpresa de todos los vecinos que salieron a la calle o se asomaron a las
ventanas para presenciar el espectáculo, y pude comprobar que el conjunto
artístico ha sufrido unos cambios sustanciales. Los actores han cambiado, los
gitanos, que se han dedicado a la venta ambulante o han montado una pequeña
tienda de desavío en el barrio, han sido reemplazados por los inmigrantes rumanos
que no encuentran otra salida a sus vidas; la escalera de madera es ahora de
aluminio, a la trompeta y el pandero los sustituye un órgano electrónico, y la
cabra o estaba desmotivada o poco entrenada. En fin, serán cosas del progreso…
José Antonio
Mayo Abargues