30 marzo, 2014

"Arboladura"

No quisiera haberlo visto.
No debería haber pisado sus dieciocho metros de eslora, ni recorrido sus cuatro metros de manga y de ninguna manera percatarme de su orgullo. No ha querido escorar ni una centésima de grado cuando subíamos a bordo.

No tenía que haber bajado a sus camarotes, ni observado sus once literas vacías como las del Holandés Errante, a la espera de una nueva tripulación.

Tampoco tendría que haber tocado su acabado de madera y mucho menos sopesado la tensión de sus flamantes jarcias.
Jamás debería haber imaginado de qué manera se desenrollaría su génova o se izaría su mayor.

El mayor error ha sido asir y girar su timón, iba como la seda, necesitaba caricias, me ha hecho estremecer.
Maldigo la hora en que se ha despertado de nuevo el marino que hay en mí, sabiendo que, por ahora, tiene que quedarse en tierra.

No obstante, te agradezco Ernesto, querido "Capitán Salitre", que hayas traído a mi mente tantas y tantas millas de mar, ahora lejanas, pero por entonces salvajemente vivas.

Federico Soubrier