A él, quizás solo, postrado sobre
la mesa.
A vosotros, tal vez apretados
unos con otros como hileras de soldados.
A aquél que porta sueños,
conocimientos, historias, aventuras, intrigas, penas o alegrías.
Al que resulta anodino, al que expira
en una exhalación, al tedioso, al inaceptable, al plagado de mentiras, al
desgraciadamente infumable, siempre inacabado.
A ese que huele a fresco o al
amarillento empolvado.
Al vestido de colores frescos y a
los otros de ruinosas galas, ya seáis altos, gordos, bajos o delgados.
A los que fuisteis cosidos y a
los pegados, a los de las nuevas generaciones que no nacieron de la vegetación.
A todos en general. A los
emancipados, pero indefectiblemente portadores de los genes de quienes os crearon,
que ahora esperáis como chicas de salón ser elegidos los primeros, abiertos,
devorados, dando lo mejor que lleváis en vuestros interiores para impactar en quien
os toma, para que se hable de vosotros, para que alguien más vuelva pronto y os
intente entender, porque os gusta ser acunados por manos, ya sean jóvenes,
maduras o ancianas.
Queridos libros, os felicito en
vuestro día más señalado y os deseo lo mejor. Sin saberlo, sois los portadores
de nuestro pasado y la esperanzadora ventana de nuestro futuro.
Federico Soubrier García