Hace ya
un tiempo Rafael Barreno me contó que cuando era niño en su barrio onubense del
Matadero los chiquillos se introducían en la nariz una planta, corrían unos
cincuenta metros y empezaban a sangrar por ella, eso que en Huelva se denominaba
“hacerse una mosqueta”.
El fin
del juego no era otro que demostrar lo hombrecitos que eran, tanto delante de
la niñas como ante los chicos de su edad, lo que ahora consiste en el tamaño y
precio del móvil o la marca de los atuendos de vestir.
Le pregunté
qué tipo de planta era aquella y me dijo que había pasado demasiado tiempo, que
no se acordaba bien. Aquello despertó mi curiosidad y no quedó en el olvido.
Primero se lo comenté a un amigo especialista en otorrinolaringología. Me
contestó que seguramente el vegetal actuaría como vasodilatador y produciría
una pequeña hemorragia nasal, sin darle demasiada importancia al asunto. Aquello
me recordaba los rituales de las tribus yanomamis consumiendo epená en las
zonas selváticas de Venezuela y Brasil, pero más light.
Me
acerqué a la taberna Salsa Brava a sabiendas de que Pepe Prieto, gran amante de
las plantas, se había criado en el mismo barrio que Rafael. Pronto me explicó
que lo que los críos usaban para el jueguecito eran plantas muy abundantes en
la zona de las Teresianas; él las había visto también por los alrededores de
Mazagón, me mandaría una fotografía cuando encontrase una para que Rafael me
confirmase que hablaban de la misma.
Gracias
a las redes pudimos comprobar que eran iguales a las que tenemos por aquí. Una
foto es de Ecuador, la de la madera; nos la manda Rafael que se encuentra allí
y la otra de Pepe. Podemos ver que son iguales. Ahora solo nos falta averiguar
el nombre y un voluntario que esté un poco loco para completar la
investigación.
Saludos
desde España Rafael y gracias Pepe.
Federico Soubrier García