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11 mayo, 2014

DIMOS CON ELLA

Hace ya un tiempo Rafael Barreno me contó que cuando era niño en su barrio onubense del Matadero los chiquillos se introducían en la nariz una planta, corrían unos cincuenta metros y empezaban a sangrar por ella, eso que en Huelva se denominaba “hacerse una mosqueta”.

El fin del juego no era otro que demostrar lo hombrecitos que eran, tanto delante de la niñas como ante los chicos de su edad, lo que ahora consiste en el tamaño y precio del móvil o la marca de los atuendos de vestir.

Le pregunté qué tipo de planta era aquella y me dijo que había pasado demasiado tiempo, que no se acordaba bien. Aquello despertó mi curiosidad y no quedó en el olvido. Primero se lo comenté a un amigo especialista en otorrinolaringología. Me contestó que seguramente el vegetal actuaría como vasodilatador y produciría una pequeña hemorragia nasal, sin darle demasiada importancia al asunto. Aquello me recordaba los rituales de las tribus yanomamis consumiendo epená en las zonas selváticas de Venezuela y Brasil, pero más light.

Me acerqué a la taberna Salsa Brava a sabiendas de que Pepe Prieto, gran amante de las plantas, se había criado en el mismo barrio que Rafael. Pronto me explicó que lo que los críos usaban para el jueguecito eran plantas muy abundantes en la zona de las Teresianas; él las había visto también por los alrededores de Mazagón, me mandaría una fotografía cuando encontrase una para que Rafael me confirmase que hablaban de la misma.

Gracias a las redes pudimos comprobar que eran iguales a las que tenemos por aquí. Una foto es de Ecuador, la de la madera; nos la manda Rafael que se encuentra allí y la otra de Pepe. Podemos ver que son iguales. Ahora solo nos falta averiguar el nombre y un voluntario que esté un poco loco para completar la investigación.

Saludos desde España Rafael y gracias Pepe.

Federico Soubrier García