Ocurrió hace
unos días cuando me encontraba tomando una cerveza en un popular bar de
Mazagón. Un africano entró en el local portando un muestrario, cargado de relojes,
pulseras, anillos, y otras joyas de fantasía. Aparte llevaba un tablero algo más
pequeño, repleto de una amplia gama de gafas de sol, motivo de esta curiosa
anécdota. El africano se acercó a la chica del bar, mostrándole la colección de
gafas de “marca, y ofreciéndole unas a un precio de ganga, mientras miraba su
blusa ajustada, con un pronunciado escote que dejaba vía libre a la imaginación
de cualquier humano. No pudiendo reprimir la tentación de asomarse por aquel
canalillo, se acercó más a ella, dejando que su vista se deslizara entre los dos
senos, tratando de adivinar las formas que se escondían entre el sostén que los
ceñía. La chica se detuvo a mirar las gafas por cortesía y le dijo que eran muy
bonitas, pero que ella estaba siempre metida en el bar y que allí no necesitaba
usarlas.
El africano,
practicante de la religión islámica, que estaba cumpliendo el Ramadán, un mes
sagrado para los musulmanes que implica, entre otras cosas, un riguroso ayuno
desde el alba hasta la puesta del sol (bebida, alimentos y sexo), fue tentado
por aquellos atractivos pechos, incumpliendo este último precepto del Ramadán,
o al menos incitado a ello.
La persona que
ayuna debe alejarse de todo aquello que pueda provocar el deseo, y debe
rechazar todos los malos pensamientos que lleguen a su mente. Sin embargo, él
parecía estar estimulando cada vez más su apetito sexual, pues su mirada era ya
fija y penetrante. La chica estaba algo molesta con aquella descarada mirada
que se estaba convirtiendo en un auténtico hostigamiento; y ni corta ni
perezosa, se dirigió a él con una justificada actitud violenta, y le dijo: «¿Estás
cumpliendo el ayuno del Ramadán?» El africano respondió afirmativamente sin
levantar la vista del escote. «¡Pues las tetas no se pueden mirar hasta la noche!»,
respondió ella, dándole la espalda de inmediato.
De la mirada
al pecado hay un paso muy corto, e ignoro hasta dónde llegaron las malas
tentaciones del africano, y si rompió la
disciplina del Ramadán incumpliendo el ayuno sexual. Según la ley islámica,
si una persona eyacula durante el día en Ramadán por algo que podría haber
evitado, como tocar o mirar mucho a una mujer, debe arrepentirse ante Alá y
ayunar el resto del día, debiendo recuperar más adelante el ayuno de ese día
vulnerado. El ser humano es débil y a veces las malas tentaciones no se pueden
evitar. En fin…
José Antonio
Mayo Abargues