Cuando se desea más de lo que se puede tener se corre el riesgo de
perder lo que se tiene.
El pasado
verano una estrella del flamenco español, hija de un gran cantaor flamenco,
decidió pasar sus vacaciones en la playa de
Mazagón. Un amigo que esta estrella y yo tenemos en común, le gestiona
el alquiler de un chalé cercano a la playa, en una zona tranquila, frecuentada
únicamente por los vecinos del lugar. Ella es una persona muy hogareña que le
gusta disfrutar de su familia y que
intenta pasar desapercibida en su vida cotidiana, aunque esto es algo muy
difícil cuando se llega a alcanzar este grado de fama.
Mi amigo
acordó un precio con el propietario del chalé, y a ella le pareció justo. Todo
estaba preparado para que un mes después ocupara la vivienda y pudiera
disfrutar de las maravillosas playas de Mazagón y de la paz que esta localidad
ofrece a todos sus visitantes. Pero el propietario descubre poco después la
identidad de esta persona, llama a mi amigo y dobla el precio del alquiler,
algo totalmente injusto y descarado.
Esta voz del
flamenco podía haber pagado sin ningún tipo de esfuerzo el desorbitado precio
que el aprovechado propietario le pedía, pero como a nadie le gusta tirar su
dinero, y mucho menos que le tomen el pelo, renunció al alquiler y decidió
pasar sus vacaciones en otra playa de la costa onubense. El chalé no fue
alquilado en toda la temporada. En fin…