Cayetano Fernández en la proa de su embarcación |
Hace algunos
años si andabas por una calle de Mazagón a altas horas de la madrugada te
podías cruzar con algún bohemio que venía de tomarse la espuela en el último
bar abierto, o bien con el panadero empezando ya con su reparto. Ahora con esto
de la crisis ya no hay para copas, y el panadero ha desaparecido con las baguettes
de los modernos puntos de venta de pan caliente que tanto están proliferando. Pero
todavía es posible encontrarse con alguien en la calle a esas horas, y ese es
el botero del puerto de Mazagón, la primera persona que pisa las calles de esta
localidad.
Cayetano
Fernández es un lepero de 52 años que se levanta todos los días a las tres de
la mañana para estar en Mazagón poco antes de las cuatro. Su medio de transporte
es una furgoneta Citroen C-15, que tiene cerca de catorce años, y que conduce
su hijo Juan porque él no tiene carné de conducir. El botero Cayetano es el
encargado de llevar a las tripulaciones de los barcos dedicados a la pesca de
la chirla, desde el pantalán del puerto pesquero hasta el fondeadero de
“Puertobarato”, entre la marina seca del puerto deportivo y el espigón de la
playa de Ciparsa.
Barcos draga en el puerto de Mazagón |
La pesca de la
chirla se ha realizado tradicionalmente con embarcaciones artesanales que
utilizaban rastros remolcados en los fondos, hasta que en los años 90 fue
apareciendo el sistema de dragas hidráulicas, y que lógicamente multiplicaron
el número de las capturas. En el fondeadero de “Puertobarato” hay más de veinte
barcos con sistema hidráulico, de diferentes puertos del litoral onubense que
utilizan esta zona para estar cerca del caladero de la chirla y ahorrarse así
el combustible en el desplazamiento a sus puertos base. Los primeros barcos se
hacen a la mar entre las cuatro y las cinco de la mañana, para regresar al
mediodía o bien entrada ya la tarde, dependiendo de cómo se den las capturas.
Como casi
todos los hombres de la mar de Lepe, este botero procede de una familia con una
amplia tradición marinera, antiguos pescadores de las almadrabas, ya
desaparecidas que se calaban en diferentes puntos de esta costa. Cayetano se ha
dedicado siempre a la pesca de trasmallo con su pequeña embarcación, pero hoy
por diversas razones ha abandonado temporalmente esta actividad para dedicarse
al transporte de los marineros, una ocupación más cómoda que implica menos
riesgos y menos gastos, únicamente el combustible del motor fueraborda y el del
vehículo para desplazarse de Lepe a Mazagón y viceversa.
Pescadores cribando la chirla |
Mientras los
barcos están pescando, Cayetano y su hijo Juan esperan su regreso dedicándose a
realizar todo tipo de trabajos de mantenimiento o reparaciones en los barcos
que están atracados en el muelle, o hacen algunos servicios a los barcos que lo
solicitan en el caladero. La labor del botero es imprescindible para todos los barcos
que operan en la zona, que lo tienen localizado a través del teléfono móvil para
solicitar sus servicios. Pero a pesar de la importancia de su trabajo no tiene
ningún salario asignado, cobra en especie, y no siempre; pues el día que un
barco no capture la tara establecida, no cobra, quedando el pago aplazado para
el día que la supere con creces. Cayetano lleva toda una vida dedicado al mar y
sabe de él tanto como los peces. «Hoy la
cosa está chunga. ¿Ves el color del agua? —dice apuntando hacia el mar—, pues hoy los barcos no ganan ni para el
gasoil.», comenta con pesadumbre.
José Antonio Mayo Abargues