Numerosos admiradores del matrimonio
Jiménez-Camprubí se dieron cita ayer en la casa museo para conmemorar el 99
aniversario de boda entre el genio poético moguereño y la ‘americanita’ de
Malgrat de Mar. En el acto tuvo un destacado protagonismo Marga Gil, una gran
artista que se quitó la vida por amor a Juan Ramón.
Exposición de Antonio Ramírez |
El 2 de marzo de 1916 contraían matrimonio
en la Iglesia de Saint Stephen en Nueva York Juan Ramón Jiménez Mantecón y Zenobia
Camprubí Aymar. Ella tenía 28 años y el 34, y se inició a partir de entonces
una de las más fructíferas relaciones afectivas, personales y profesionales que
se han dado en la historia de la literatura universal. Son muchas las
dedicatorias que el Nobel moguereño escribió a su esposa durante las cuatro
décadas de vida en común, y es que, como dejó escrito nuestro poeta, ‘Ella es
una mujer que, claro, no diré que sea mejor que todas las demás, porque en el
mundo hay muchas, muchísimas mujeres de valía, pero uno ha de hablar en
relación con aquellas que conoce, y yo de cuantas he encontrado es la mejor…’.
Para recordar un año más el enlace que
marcó la trayectoria vital y profesional del Andaluz Universal, la Fundación Zenobia Juan
Ramón Jiménez y la Asociación de Mujeres de Moguer Zenobia volvieron ayer a
darse la mano, en un acto que se inició con las intervenciones de la presidenta
de la asociación
Mari Ruiz , y de las concejalas de Cultura Lourdes Garrido y
de Igualdad Pilar Rodríguez.
Niños y niñas durante la lectura |
El director de la Fundación que custodia el
legado del Nobel, Antonio Ramírez, fue el encargado de abrir el programa
conmemorativo ensalzado la figura de la gran artista que fue Marga Gil Roësset,
una mujer con una sensibilidad creadora desbordante y muy amiga del matrimonio,
que se enamoró perdidamente del poeta moguereño. Ese amor marcó toda su existencia y acabó
tornándose en tragedia. Con tan solo 24 años, ‘la niña’, como así la llamaban
tanto el Nobel como su esposa, se quitó la vida, truncando así una carrera
artística que la situaba ya pese a su juventud, como una de las grandes
escultoras del momento en nuestro país. Marga Gil dejó la impronta de su sentir
resumida en esta frase: ‘Ya no puedo vivir sin ti…, no…, ya no puedo vivir sin
ti…, tú, como sí puedes vivir sin mí, debes vivir sin mí’.
Marga también quiso confesar sus
sentimientos a Zenobia y lo hizo en una nota que le dejó a la esposa de Juan
Ramón antes de marcharse para siempre: ‘¡Me he enamorado de Juan Ramón! Y
aunque querer y enamorarse es algo que te ocurre porque sí, sin tener tú la
culpa,… a mí al menos, pues así me ha pasado, lo he sentido cuando ya era…
natural’.
Vestido de Zenobia |
Como dato curioso cabe destacar que antes
de morir Marga destruyó a golpe de martillo toda su obra artística, pero sin
embargo quiso respetar el busto que realizó de Zenobia, la imagen de la que
fuera el amor de Juan Ramón, esculpido por la mujer que no soportó vivir sin
él.
Además del homenaje a Marga Gil, en los
actos conmemorativos del nonagésimo noveno aniversario de boda de Zenobia y
Juan Ramón, un grupo de moguereños y moguereñas de distintas edades dieron
lectura algunos de los poemas que Juan
Ramón dedicó a su esposa Zenobia, junto a textos escritos por la musa y
compañera del Nobel, que fue sin duda una de las grandes mujeres de su tiempo y
una de las primeras feministas de España.
La velada, en la que también se pudo
escuchar un documento sonoro de gran valor, que permitió al numeroso público
disfrutar de la voz de Zenobia leyendo el capítulo de la elegía andaluza ‘La
Púa’, continuó con la presentación de un vestido en gasa de seda gris, que
perteneció a la esposa del Nobel durante su etapa de juventud en La Rábida y
que ha sido cedido a la Fundación, como otros que se custodian en la
institución, por la representante de la familia del poeta, Carmen
Hernández-Pinzón.
Mercedes y Marili |
La nota musical la pusieron el cantautor
local Nicolás Capelo, que interpretó un tema compuesto por él e inspirado en el
trágico amor de Marga Gil hacia Juan Ramón, y el dúo formado por Mercedes
Garrido Pinzón y Marili González, dos integrantes del desaparecido grupo Silla
de Nea, que compartieron con los asistentes algunos de los temas que se
incluían en el magnífico disco grabado con motivo del centenario del nacimiento
del Nobel, en el que se ponen música a preciosos textos de ‘Platero y Yo’.
¿Quién es Marga Gil?
Marga Gil Roësset nació el 3 de
marzo de 1908 en el seno de una familia acomodada. Tras superar graves
problemas físicos lo que forjó sin duda su fuerte carácter. Fue educada en el
disfrute de las bellas artes, el aprendizaje de idiomas, el dominio del
lenguaje musical y los viajes por múltiples ciudades europeas.
Fue una artista autodidacta, tremendamente
instintiva, que no debió nada a profesores ni maestros. Trabajaba sin hacer
bocetos y sin rectificar. En ella todo estaba como un don que pudo desarrollar
y desarrolló de manera precoz. A partir de los 13 años se dedica casi por
completo a la escultura y se convierte en una de las artistas con mayor
proyección del momento.
De temperamento rebelde y personalidad decidida
‘ejemplo de vitalidad exaltada, de voluntad constante, de capricho enérjico’,
en palabras de Juan Ramón, Marga se había declarado sin éxito al poeta, que
contaba entonces 50 años y que posteriormente lamentó la muerte de su
admiradora, a la que no olvidaría nunca.
A principios de 1932 conoció al Nobel, una
amiga común los presentó en un concierto. La escultora quedó prendada del
poeta, pero el amor con un hombre casado era imposible. No quiso vivir y
no vivió, se quito la vida de un disparo en la sien a los 24 años de edad, pero
antes destruyó toda la obra que pudo localizar, incluso las fotografías de sus
esculturas.
Considerada la primera escultora española
en piedra, su contribución a la historia del arte español ha resultado compleja
de determinar. Su voluntad de no dejar tras de sí rastro alguno hizo difícil
calibrar el nivel de su producción que, pese a todo, se considera altísimo.
En ‘Españoles de tres mundos’, Juan Ramón
le dedicó un hermoso texto donde daba cuenta de lo que ella supuso de gracia y
revelación: ‘Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te
equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será
fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado
bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa
en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida’.