El 24 de marzo de 1915 Ignacia, esposa de Eustaquio, hermano
de JRJ, alumbró a su único hijo, Juan Ramón Jiménez Bayo, a quien llamaron así
en honor de su tío, quien lo apadrinó. Con 4 años queda huérfano de madre.
Según cuenta Juan Ramón, él y Zenobia quisieron tenerlo con ellos, lo explicó
así: Zenobia y yo quisimos tenerlo con
nosotros, ya que había perdido a su madre, la mía iba envejeciendo y su padre
tenía que enfrentarse con una posible vida nueva cada día. Si nuestros
sentimientos eran los suyos, nuestras ideas en lo social, lo relijioso, etc.,
eran diferentes a las suyas, las del ambiente en que él vivía, ambiente de
familia muy conservadora andaluza. Yo no quería que, en una edad tan tierna, nuestra
influencia (o la mía, especialmente) pudiera imponérsele por sí misma, ya que
el niño demostraba admiración y cariño estremos por nosotros. Este era el
problema: en su propia vida, la vida que él quisiera realizar. ¿Por qué camino?
Desistimos de nuestro propósito.
En diciembre de 1932 sale de las prensas de la editorial
Signo una nueva obra del poeta: una antología escogida para los niños por
Zenobia con el título de Poesía en prosa y verso (1902-1932) de Juan Ramón
Jiménez y dedicada a sus sobrinos Juan Ramón Jiménez Bayo y Francisco
Hernández-Pinzón Jiménez, «primos amigos inseparables». Francisco y Juanito
Ramón eran sus sobrinos más pequeños y los únicos que no habían quedado
inmortalizados en Platero y yo porque ninguno de los dos había nacido cuando
escribió el libro. La llegada al mundo de ambos supuso una sorpresa para toda
la familia: la de Juanito Ramón por la muy quebrantada salud de su madre, y la
de Francisco, hijo de Victoria, hermana del poeta, por la edad avanzada de la
suya.
Cuando Zenobia y Juan Ramón pasaban breves temporadas en
Moguer, solían dedicar los jueves por la tarde y los fines de semana a sus
sobrinos Juanito Ramón y Francisco, aprovechando los días que no tenían
colegio. Solían viajar a Trigueros -para ver el dolmen de Soto-, Niebla, Huelva
y Sevilla, y con mucha frecuencia a Fuentepiña, pero sobre todo a La Rábida,
uno de los lugares predilectos del poeta, donde los chicos disfrutaban del
campo, del río y de las bellísimas puestas de sol. Daniel Vázquez Díaz, que
comenzaba a pintar en el monasterio los frescos donde plasmaría algunos de los
episodios del Descubrimiento, no sólo conversaba con el poeta, a veces lo hacía
también con Paco y con Juanito Ramón, para comentar con ellos quiénes eran los
personajes retratados en cada panel, mostrarles los bocetos de los frescos no
comenzados o aún sin terminar y explicarles en qué consistía la técnica de la
pintura al fresco.
Lo poco que sacaba el matrimonio Jiménez de subarrendar los
pisos amueblados en Madrid lo destinaban íntegramente a sufragar los estudios
de Derecho de su sobrino Juanito Ramón. Pero al comenzar la Guerra Civil se
alista en Falange. En Alfambra, en los campos del frente de Teruel, atravesado
por los cascotes de un proyectil enemigo, murió, dejando sumidos en la tristeza
a toda su familia.
Bibliografía:
Vida. Días de mi vida,
Juan Ramón Jiménez, Pre-textos, 2014.
Juan Ramón Jiménez y
Zenobia Camprubí. Años Españoles (1881-1936), Antonio Campoamor, UNIA, 2014.