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04 abril, 2015

"Juanito Ramón", el ahijado del poeta

El 24 de marzo de 1915 Ignacia, esposa de Eustaquio, hermano de JRJ, alumbró a su único hijo, Juan Ramón Jiménez Bayo, a quien llamaron así en honor de su tío, quien lo apadrinó. Con 4 años queda huérfano de madre. Según cuenta Juan Ramón, él y Zenobia quisieron tenerlo con ellos, lo explicó así: Zenobia y yo quisimos tenerlo con nosotros, ya que había perdido a su madre, la mía iba envejeciendo y su padre tenía que enfrentarse con una posible vida nueva cada día. Si nuestros sentimientos eran los suyos, nuestras ideas en lo social, lo relijioso, etc., eran diferentes a las suyas, las del ambiente en que él vivía, ambiente de familia muy conservadora andaluza. Yo no quería que, en una edad tan tierna, nuestra influencia (o la mía, especialmente) pudiera imponérsele por sí misma, ya que el niño demostraba admiración y cariño estremos por nosotros. Este era el problema: en su propia vida, la vida que él quisiera realizar. ¿Por qué camino? Desistimos de nuestro propósito.

En diciembre de 1932 sale de las prensas de la editorial Signo una nueva obra del poeta: una antología escogida para los niños por Zenobia con el título de Poesía en prosa y verso (1902-1932) de Juan Ramón Jiménez y dedicada a sus sobrinos Juan Ramón Jiménez Bayo y Francisco Hernández-Pinzón Jiménez, «primos amigos inseparables». Francisco y Juanito Ramón eran sus sobrinos más pequeños y los únicos que no habían quedado inmortalizados en Platero y yo porque ninguno de los dos había nacido cuando escribió el libro. La llegada al mundo de ambos supuso una sorpresa para toda la familia: la de Juanito Ramón por la muy quebrantada salud de su madre, y la de Francisco, hijo de Victoria, hermana del poeta, por la edad avanzada de la suya.

Cuando Zenobia y Juan Ramón pasaban breves temporadas en Moguer, solían dedicar los jueves por la tarde y los fines de semana a sus sobrinos Juanito Ramón y Francisco, aprovechando los días que no tenían colegio. Solían viajar a Trigueros -para ver el dolmen de Soto-, Niebla, Huelva y Sevilla, y con mucha frecuencia a Fuentepiña, pero sobre todo a La Rábida, uno de los lugares predilectos del poeta, donde los chicos disfrutaban del campo, del río y de las bellísimas puestas de sol. Daniel Vázquez Díaz, que comenzaba a pintar en el monasterio los frescos donde plasmaría algunos de los episodios del Descubrimiento, no sólo conversaba con el poeta, a veces lo hacía también con Paco y con Juanito Ramón, para comentar con ellos quiénes eran los personajes retratados en cada panel, mostrarles los bocetos de los frescos no comenzados o aún sin terminar y explicarles en qué consistía la técnica de la pintura al fresco.

Lo poco que sacaba el matrimonio Jiménez de subarrendar los pisos amueblados en Madrid lo destinaban íntegramente a sufragar los estudios de Derecho de su sobrino Juanito Ramón. Pero al comenzar la Guerra Civil se alista en Falange. En Alfambra, en los campos del frente de Teruel, atravesado por los cascotes de un proyectil enemigo, murió, dejando sumidos en la tristeza a toda su familia.

Bibliografía:
Vida. Días de mi vida, Juan Ramón Jiménez, Pre-textos, 2014.
Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. Años Españoles (1881-1936), Antonio Campoamor, UNIA, 2014.