21 julio, 2015

YA ERA HORA

           Ayer pude comprobar con placer que el Alcalde de Palos de la Frontera, o su equipo, o quien sea, ha tenido el gran acierto de habilitar una zona de pesca delante de la escollera del espigón del Club Náutico de Mazagón que se extiende unos cientos de metros hacia la zona de levante y lo que da la playa de sí hasta poniente en la bocana del puerto deportivo.

        De alguna manera se siente una especie de legalización porque, aunque tuviésemos nuestras  licencias en regla, dudábamos que según en qué sitio nos pusiesen una sanción.

         Como a los habitantes de esta localidad no nos tienen muy acostumbrados a encontrarnos con proyectos bien diseñados o beneficiosos para el pueblo, tengo que romper una lanza en favor de los que han puesto la pica en Flandes y permitido con esto separar a los bañistas de los aficionados a este deporte, dado que ambas cosas mezcladas producen malos rollos y cierto peligro para los primeros.

                Todo eso no es óbice para que lamente el infortunio que supone, para los que residimos aquí y pagamos nuestros impuestos agnósticamente y por tanto contribuimos a preparar la paradisiaca playa a los turistas que se acercan a visitarnos, que los viejos aparcamientos palermos y los modernos y desatinados moguereños, con sus zonas de colores, nos graven respectivamente al movernos, tanto hacia la playa como hacia el centro.

                Ciertamente, el cartel anunciador de la citada zona de pesca deportiva restringe determinadas acciones que algunos no cumplirán, como correr, acampar, perros no y algunas más, pero me parece acertado que se haya formalizado algo que más o menos se intuía, viendo hasta qué punto la policía llamaba la atención o sancionaba a quién clavaba su  cañero fuera de la zona de bloques de  hormigón.

                Si las autoridades no han venido a realizar el evento de apertura, ya no es necesario. Una pareja decidió darse un baño, de aquellos que ustedes recordarán, con danza amorosa, al ritmo del vaivén de las olas, inaugurando la zona de pesca deportiva con toda la pompa requerida para el acto. A veces puede valer la pena ejercer de faquir y atreverse a evolucionar sobre una arena minada de anzuelos.

                Espero que no reseñen en el cartel “se prohíbe hacer el amor”. Pescar siempre es un poco más complicado y a todas luces menos gratificante, aunque se pueda terminar con un anzuelo potero por piercing en un lugar placentero.

Federico Soubrier García
Sociólogo y Escritor