Ayer pude comprobar con placer
que el Alcalde de Palos de la Frontera, o su equipo, o quien sea, ha tenido el
gran acierto de habilitar una zona de pesca delante de la escollera del espigón
del Club Náutico de Mazagón que se extiende unos cientos de metros hacia la
zona de levante y lo que da la playa de sí hasta poniente en la bocana del
puerto deportivo.
De alguna manera se siente una especie
de legalización porque, aunque tuviésemos nuestras licencias en regla, dudábamos que según en
qué sitio nos pusiesen una sanción.
Como a los habitantes de esta localidad no nos
tienen muy acostumbrados a encontrarnos con proyectos bien diseñados o
beneficiosos para el pueblo, tengo que romper una lanza en favor de los que han
puesto la pica en Flandes y permitido con esto separar a los bañistas de los
aficionados a este deporte, dado que ambas cosas mezcladas producen malos
rollos y cierto peligro para los primeros.
Todo
eso no es óbice para que lamente el infortunio que supone, para los que
residimos aquí y pagamos nuestros impuestos agnósticamente y por tanto contribuimos
a preparar la paradisiaca playa a los turistas que se acercan a visitarnos, que
los viejos aparcamientos palermos y los modernos y desatinados moguereños, con
sus zonas de colores, nos graven respectivamente al movernos, tanto hacia la
playa como hacia el centro.
Ciertamente,
el cartel anunciador de la citada zona de pesca deportiva restringe
determinadas acciones que algunos no cumplirán, como correr, acampar, perros no
y algunas más, pero me parece acertado que se haya formalizado algo que más o menos
se intuía, viendo hasta qué punto la policía llamaba la atención o sancionaba a
quién clavaba su cañero fuera de la zona
de bloques de hormigón.
Si
las autoridades no han venido a realizar el evento de apertura, ya no es
necesario. Una pareja decidió darse un baño, de aquellos que ustedes recordarán,
con danza amorosa, al ritmo del vaivén de las olas, inaugurando la zona de
pesca deportiva con toda la pompa requerida para el acto. A veces puede valer
la pena ejercer de faquir y atreverse a evolucionar sobre una arena minada de
anzuelos.
Espero
que no reseñen en el cartel “se prohíbe hacer el amor”. Pescar siempre es un
poco más complicado y a todas luces menos gratificante, aunque se pueda
terminar con un anzuelo potero por piercing en un lugar placentero.
Federico Soubrier García
Sociólogo y Escritor