La
lluvia ha sido este año triste protagonista de una celebración que sin embargo
pasara a la historia por haber dejado para el recuerdo momentos únicos e
irrepetibles que miles de moguereños han tenido la suerte de poder vivir. El
amor y la devoción a la Virgen de Montemayor y el significado de la palabra
hermandad han estado este año más latentes que nunca.
Con la misa de
mayordomos se ponía ayer punto y final a una romería pasada por agua, pero
bendecida por la unión de los moguereños y moguereñas, y por la entrega de las
hermandades filiales, que han ido de la mano para defender una celebración que
forma parte de nuestra identidad cultural.
Precisamente las
hermandades filiales merecen una mención especial por el gran esfuerzo que
realizan desde la distancia, por amar cosas tan nuestras, pero ya tan suyas,
que como moguereños además de enorgullecernos debemos agradecer. Ese
sentimiento de fe y devoción a la Virgen pudo verse en el acto de presentación
de las filiales, donde se vivieron momentos muy emotivos que quedarán en el
recuerdo para los hermanos de Sevilla, Huelva, Punta Umbría, Madrid, Arahal,
Villamanrique de la Condesa, Lucena del Puerto y Compofrío-La Dehesa.
Aunque parezca contradictorio
la lluvia nos ha permitido disfrutar de estampas de infinita belleza, que
pasarán a los anales de la historia por su singularidad y emotividad, y es que
aunque la Virgen no pudo completar su tradicional recorrido por el coto, si
recibió en masa el calor y el cariño de su pueblo, y pudo finalmente visitar a
unos emocionados mayordomos que han hecho gala de una generosidad y de una
entrega desmedida, que también quedarán en el recuerdo.
Un Moguer volcado con
su Patrona, presumiendo de una bendita devoción heredada de padres e hijos, fue
sin duda protagonista en la salida y especialmente en la recogida de la Señora,
que portada a hombros por sus fieles costaleros fue recibida en la ermita entre
vivas, aplausos y sentidas sevillanas. Los ocho filiales levantaron al cielo
sus estandartes para formar un hermoso pasillo por el que desfiló la Virgen,
creando una estampa atípica, pero de lo más entrañable, que quedará sin duda en
el recuerdo de todos los asistentes.
La singularidad de esta
romería también viene marcada por la presencia del arzobispo emérito de Sevilla
Carlos Amigo Vallejo, que ofició el domingo la Función Principal de la
Hermandad Matriz, y compartió con los costaleros los momentos previos a la
salida procesional de la Patrona de Moguer.
Y es que aunque las
condiciones climatológicas no han sido las más favorables, en esta romería se
ha demostrado que con ganas todo se puede, y que aunque muchos chozos han
tenido que echar mano del ingenio para sortear el agua, la alegría y las ganas
de disfrutar han estado siempre presentes.
En este sentido es
justo destacar la generosidad de la que hacen siempre galas los moguereños y
moguereñas, y el bonito gesto que tuvo una reunión de amigos al acoger a otro
grupo que vio literalmente como se desplomaba su chozo por el agua.
Ese sentimiento de
hermandad que nos une pudo verse reflejado en el acto de despedida de Joaquín
Luis Domínguez, que tras ocho años al frente de la Matriz, dejaba emocionado el
cargo junto a su directiva. En su última romería como hermano mayor estuvo
acompañado por una representación de la Corporación Local, que se sumó a la
comitiva de peregrinos, carretas y caballistas que desfilaron por nuestra
localidad, antes de emprender camino hacia Montemayor y poder vivir una romería
que será siempre recordada por su singularidad. Cuando pase el tiempo muchos
moguereños y moguereñas podrán decir, yo estuve allí.