¿SE PUEDEN ESTIMULAR EL
ESFUERZO Y EL TRABAJO?
Esta semana acaba el
colegio en la mayoría de las Comunidades Autónomas y con el fin de curso vienen
las “temidas notas”.
- Los expertos de la
Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) recuerdan que las
notas son el resultado de todo un año de trabajo.
- Además añaden que no
se puede hacer culpable al niño exclusivamente de un resultado negativo (o
positivo) ya que la responsabilidad es tanto del niño como de los padres y de
los profesores.
- Recuerdan además que
lo importante es que los niños aprendan de sus errores y consigan
superarse. Es decir, que los niños que comprendan el valor del esfuerzo.
- Tratar de evitar a
los hijos las dificultades conduce a la sobreprotección y a ofrecerles una vida
cómoda donde no deben realizar esfuerzo alguno para obtener lo que desean.
-Es necesario fomentar
la capacidad de autocontrol de los niños para que sean capaces de soportar los
esfuerzos que exige la vida en sociedad.
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Madrid, 20 de Junio
2016.- Juan Sánchez Muliterno, Presidente de la Asociación Mundial de
Educadores Infantiles (AMEI-WAECE), asegura que la clave está en educar el
valor del esfuerzo desde la primera infancia que es el momento en el que
se forma la personalidad del niño y sus valores. Además debe entenderse la
etapa de educación infantil como el momento en el se debe centrar el foco en el
desarrollo integral del niño. En palabra de Sánchez Muliterno “no se trata solo
de que aprendan a leer o a escribir, se trata de ofrecer una educación integral
y de calidad que consiga poner unas bases sólidas para el futuro del niño”.
La poca valoración del
esfuerzo: un problema social
Algunas de las
carencias que observamos en las nuevas generaciones son la fuerza de voluntad y
el esfuerzo. Habitualmente oímos mensajes sobre la necesidad de esforzarse para
conseguir metas en la vida, sin embargo, la sociedad del consumo y el bienestar
transmite ideas subliminales en sentido contrario. Parece que la calidad de
vida se puede conseguir sin trabajo y los niños van creciendo sin desarrollar
la capacidad de esfuerzo que les ayuda a afrontar los retos y las dificultades
que plantea la vida. Las consecuencias pueden verse en la ausencia de
entusiasmo, la falta de valoración de la cosas, lo poco que disfrutan de lo que
tienen, el conformismo o inconformismo constantes, etc.
Hoy, más que nunca, es
necesario fomentar la capacidad de autocontrol de los niños para que sean
capaces de soportar los esfuerzos que exige la vida en sociedad. Muchos
padres, por un amor mal entendido, procuran evitar a sus hijos las dificultades
que ellos tuvieron que superar en su infancia. Esto conduce a la
sobreprotección y a ofrecerles una vida cómoda donde no deben realizar esfuerzo
alguno para obtener lo que desean. Cuando los pequeños crecen sin haber
luchado por las pequeñas cosas cotidianas, es posible que terminen
convirtiéndose en adultos mediocres, débiles, desordenados, inconstantes,
caprichosos, incapaces de cumplir una tarea seria y de marcarse objetivos en la
vida y cumplirlos.
La fuerza de voluntad y
el esfuerzo se entrenan día a día, convirtiendo los comportamientos en hábitos
y con la habituación disminuye la sensación de esfuerzo. Cuando el niño es
capaz de comprender por qué debe hacer algo y siente motivación para hacerlo,
el hábito del trabajo y el esfuerzo se convierte en valor que dirige su
conducta y sus decisiones en la vida.
La obediencia o el
castigo son ineficaces
No se fomenta este
valor cuando los padres imponen y el niño simplemente obedece. Inculcar la obediencia
es necesario para que el pequeño de cauce a sus capacidades en vez de seguir
los impulsos de sus caprichos y apetencias. Pero también es preciso que el
niño se sienta motivado y de ese modo surja la disposición para el
esfuerzo necesario que le conduzca a lograr la meta propuesta. Los motivos
más valiosos para el niño pueden ser la aceptación y aprobación de los padres y
maestros, la valoración social en general, lo atractiva y placentera que puede
resultarle la actividad a realizar, el orgullo por los logros propios, etc.
A través de una
exigencia y firmeza adecuadas, los padres pueden desarrollar la capacidad de
trabajo y esfuerzo del niño, estimulando al mismo tiempo valores tan
importantes como la fuerza de voluntad, la constancia, la paciencia, la
perseverancia, la resistencia a la frustración, la responsabilidad, etc. Si el
niño comprende el sentido o finalidad de la exigencia del adulto, si ésta
responde a sus intereses o necesidades, si puede participar en su
planificación, si tiene confianza de poder cumplirla y se compromete a
desarrollarla, la exigencia genera motivación. Sin embargo, la imposición de
una exigencia del adulto, la amenaza y el miedo a las consecuencias del
incumplimiento, no generan motivación alguna para el niño, ni promueven su
disposición para esforzarse.
El esfuerzo, resultado
de la educación en valores
El trabajo y el
esfuerzo no forman parte de la herencia genética, son valores que precisan
desarrollarse. Los padres acompañan y ayudan al niño en su aprendizaje
facilitando un ambiente familiar seguro, afectivo, alegre y motivador. En este
ambiente, el ejemplo de los padres es primordial. El niño aprenderá a
esforzarse si observa la alegría con que los adultos se esfuerzan por cumplir
bien su trabajo. Si, por el contrario, sólo escucha a los padres quejas,
excusas y lamentaciones al tener que trabajar por obligación, el niño aprenderá
a hacer lo mismo.
Cómo educar el esfuerzo
desde la infancia
A continuación se
ofrecen algunas orientaciones y estrategias para promover el trabajo y el
esfuerzo del niño:
• Ofrecer un modelo
adecuado para que el niño lo pueda imitar. Ser pacientes y constantes.
• Jamás convertirse en
el “esclavo” del niño, él debe cumplir con las obligaciones propias. No ceder
ante sus caprichos.
• Averiguar los motivos
que mueven al pequeño a esforzarse.
• Estimular la
independencia y la autosuficiencia progresivamente.
• Ser firmes y exigir
el esfuerzo del niño. Proponer tareas adaptadas a sus posibilidades, procurando
que obtenga éxito en los resultados.
• No admitir que el
niño deje las cosas o tareas sin terminar.
• Permitir que el niño
participe en el planteamiento de metas. Estas siempre deben ser a corto plazo,
muy concretas y fáciles de controlar por el adulto.
• Estimular el respeto
por todos los bienes, que sean conscientes del esfuerzo que ha supuesto
conseguirlos y colabore en su cuidado y mantenimiento.
• Favorecer que se
proponga pequeños proyectos (colecciones, deportes, aficiones, etc.) que
supongan esfuerzo y constancia y no permitir que los abandone cuando surge el
primer contratiempo.
• Procurar que los
trabajos que se le encargan tengan una dificultad progresiva. Prestarle ayuda
siempre que sea preciso, pero sin hacer por él lo que es capaz de hacer solo,
aunque requiera esfuerzo.
• Habituarle a adquirir
compromisos y cumplir con ellos, ayudándole a trazar un plan con los pasos a
seguir.
• Animar para que tome
sus decisiones y sea consecuente con ellas.
• Estimular su
autocontrol. Procurar que domine sus impulsos, que aumente su capacidad de
espera ante determinados acontecimientos, que tolere las pequeñas frustraciones
y sea capaz de demorar las gratificaciones.
• Aprovechar las
circunstancias cotidianas para que observe el esfuerzo necesario para conseguir
logros. Que conozca la utilidad del trabajo de las personas.
• Procurar que tenga
vivencias y emociones de satisfacción y alegría por el trabajo colectivo
realizado.
• Alabar sus logros
siempre que haya realizado algún esfuerzo.
Por último, es
aconsejable dosificar estas sugerencias si no se ha fomentado en el
niño el trabajo y el esfuerzo con anterioridad. Planteen uno o varios objetivos
de los indicados anteriormente, tracen un plan para llevarlos a cabo y,cuando
se hayan superado, introduzca un nuevo objetivo.