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20 junio, 2016

Llegan las notas a casa … y ahora ¿qué?

¿SE PUEDEN ESTIMULAR EL ESFUERZO Y EL TRABAJO?
Esta semana acaba el colegio en la mayoría de las Comunidades Autónomas y con el fin de curso vienen las “temidas notas”.

- Los expertos de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) recuerdan que las notas son el resultado de todo un año de trabajo.

- Además añaden que no se puede hacer culpable al niño exclusivamente de un resultado negativo (o positivo) ya que la responsabilidad es tanto del niño como de los padres y de los profesores.
- Recuerdan además que lo importante es que los niños aprendan de sus errores y consigan superarse. Es decir, que los niños que comprendan el valor del esfuerzo.

- Tratar de evitar a los hijos las dificultades conduce a la sobreprotección y a ofrecerles una vida cómoda donde no deben realizar esfuerzo alguno para obtener lo que desean.

-Es necesario fomentar la capacidad de autocontrol de los niños para que sean capaces de soportar los esfuerzos que exige la vida en sociedad.
Imagen: https://pixabay.com/es/estudio-aprendizaje-colegio-1412778/ CC0 Public Domain

Madrid, 20 de Junio 2016.- Juan Sánchez Muliterno, Presidente de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE), asegura que la clave está en educar el valor del esfuerzo desde la primera infancia que es el momento en el que se forma la personalidad del niño y sus valores. Además debe entenderse la etapa de educación infantil como el momento en el se debe centrar el foco en el desarrollo integral del niño. En palabra de Sánchez Muliterno “no se trata solo de que aprendan a leer o a escribir, se trata de ofrecer una educación integral y de calidad que consiga poner unas bases sólidas para el futuro del niño”.

La poca valoración del esfuerzo: un problema social
Algunas de las carencias que observamos en las nuevas generaciones son la fuerza de voluntad y el esfuerzo. Habitualmente oímos mensajes sobre la necesidad de esforzarse para conseguir metas en la vida, sin embargo, la sociedad del consumo y el bienestar transmite ideas subliminales en sentido contrario. Parece que la calidad de vida se puede conseguir sin trabajo y los niños van creciendo sin desarrollar la capacidad de esfuerzo que les ayuda a afrontar los retos y las dificultades que plantea la vida. Las consecuencias pueden verse en la ausencia de entusiasmo, la falta de valoración de la cosas, lo poco que disfrutan de lo que tienen, el conformismo o inconformismo constantes, etc.

Hoy, más que nunca, es necesario fomentar la capacidad de autocontrol de los niños para que sean capaces de soportar los esfuerzos que exige la vida en sociedad. Muchos padres, por un amor mal entendido, procuran evitar a sus hijos las dificultades que ellos tuvieron que superar en su infancia. Esto conduce a la sobreprotección y a ofrecerles una vida cómoda donde no deben realizar esfuerzo alguno para obtener lo que desean. Cuando los pequeños crecen sin haber luchado por las pequeñas cosas cotidianas, es posible que terminen convirtiéndose en adultos mediocres, débiles, desordenados, inconstantes, caprichosos, incapaces de cumplir una tarea seria y de marcarse objetivos en la vida y cumplirlos.

La fuerza de voluntad y el esfuerzo se entrenan día a día, convirtiendo los comportamientos en hábitos y con la habituación disminuye la sensación de esfuerzo. Cuando el niño es capaz de comprender por qué debe hacer algo y siente motivación para hacerlo, el hábito del trabajo y el esfuerzo se convierte en valor que dirige su conducta y sus decisiones en la vida.

La obediencia o el castigo son ineficaces
No se fomenta este valor cuando los padres imponen y el niño simplemente obedece. Inculcar la obediencia es necesario para que el pequeño de cauce a sus capacidades en vez de seguir los impulsos de sus caprichos y apetencias. Pero también es preciso que el niño se sienta motivado y de ese modo surja la disposición para el esfuerzo necesario que le conduzca a lograr la meta propuesta. Los motivos más valiosos para el niño pueden ser la aceptación y aprobación de los padres y maestros, la valoración social en general, lo atractiva y placentera que puede resultarle la actividad a realizar, el orgullo por los logros propios, etc.

A través de una exigencia y firmeza adecuadas, los padres pueden desarrollar la capacidad de trabajo y esfuerzo del niño, estimulando al mismo tiempo valores tan importantes como la fuerza de voluntad, la constancia, la paciencia, la perseverancia, la resistencia a la frustración, la responsabilidad, etc. Si el niño comprende el sentido o finalidad de la exigencia del adulto, si ésta responde a sus intereses o necesidades, si puede participar en su planificación, si tiene confianza de poder cumplirla y se compromete a desarrollarla, la exigencia genera motivación. Sin embargo, la imposición de una exigencia del adulto, la amenaza y el miedo a las consecuencias del incumplimiento, no generan motivación alguna para el niño, ni promueven su disposición para esforzarse.

El esfuerzo, resultado de la educación en valores
El trabajo y el esfuerzo no forman parte de la herencia genética, son valores que precisan desarrollarse. Los padres acompañan y ayudan al niño en su aprendizaje facilitando un ambiente familiar seguro, afectivo, alegre y motivador. En este ambiente, el ejemplo de los padres es primordial. El niño aprenderá a esforzarse si observa la alegría con que los adultos se esfuerzan por cumplir bien su trabajo. Si, por el contrario, sólo escucha a los padres quejas, excusas y lamentaciones al tener que trabajar por obligación, el niño aprenderá a hacer lo mismo.

Cómo educar el esfuerzo desde la infancia
A continuación se ofrecen algunas orientaciones y estrategias para promover el trabajo y el esfuerzo del niño:
• Ofrecer un modelo adecuado para que el niño lo pueda imitar. Ser pacientes y constantes.
• Jamás convertirse en el “esclavo” del niño, él debe cumplir con las obligaciones propias. No ceder ante sus caprichos.
• Averiguar los motivos que mueven al pequeño a esforzarse.
• Estimular la independencia y la autosuficiencia progresivamente.
• Ser firmes y exigir el esfuerzo del niño. Proponer tareas adaptadas a sus posibilidades, procurando que obtenga éxito en los resultados.
• No admitir que el niño deje las cosas o tareas sin terminar.
• Permitir que el niño participe en el planteamiento de metas. Estas siempre deben ser a corto plazo, muy concretas y fáciles de controlar por el adulto.
• Estimular el respeto por todos los bienes, que sean conscientes del esfuerzo que ha supuesto conseguirlos y colabore en su cuidado y mantenimiento.
• Favorecer que se proponga pequeños proyectos (colecciones, deportes, aficiones, etc.) que supongan esfuerzo y constancia y no permitir que los abandone cuando surge el primer contratiempo.
• Procurar que los trabajos que se le encargan tengan una dificultad progresiva. Prestarle ayuda siempre que sea preciso, pero sin hacer por él lo que es capaz de hacer solo, aunque requiera esfuerzo.
• Habituarle a adquirir compromisos y cumplir con ellos, ayudándole a trazar un plan con los pasos a seguir.
• Animar para que tome sus decisiones y sea consecuente con ellas.
• Estimular su autocontrol. Procurar que domine sus impulsos, que aumente su capacidad de espera ante determinados acontecimientos, que tolere las pequeñas frustraciones y sea capaz de demorar las gratificaciones.
• Aprovechar las circunstancias cotidianas para que observe el esfuerzo necesario para conseguir logros. Que conozca la utilidad del trabajo de las personas.
• Procurar que tenga vivencias y emociones de satisfacción y alegría por el trabajo colectivo realizado.
• Alabar sus logros siempre que haya realizado algún esfuerzo.
Por último, es aconsejable dosificar estas sugerencias si no se ha fomentado en el niño el trabajo y el esfuerzo con anterioridad. Planteen uno o varios objetivos de los indicados anteriormente, tracen un plan para llevarlos a cabo y,cuando se hayan superado, introduzca un nuevo objetivo.