El
malentendido, esa prematura interpretación de lo que escuchamos o vemos, no es más
que una simple suposición basada en sospechas de un hecho que se origina en la
fábrica de fantasmas de nuestras cabezas. Es muy frecuente que se produzcan
malentendidos; muchos de esos juicios equivocados que nos formamos de los
demás, unas veces son triviales y fáciles de aclarar, y otras, sin embargo,
puede llegar a dañar la reputación de una persona de una manera irreversible.
Hace
ya algunos años, Pérez, un patrón de esta localidad, muy conocido en todos los
ambientes marineros, fue víctima de un malentendido que corrió como la pólvora,
aunque pudo apagar la mecha antes de que la bomba llegara a explotar, y
afortunadamente todo quedó en una simple anécdota.
Pérez
fue contratado como patrón de un yate con base en el puerto deportivo de
Mazagón, siendo también el encargado de las labores propias de un contramaestre,
del abastecimiento de combustible y del mantenimiento básico del barco.
Era
un barco de la marca Aresa, de 16 metros de eslora y 4,42 de manga, con dos
motores cummis de 260 CV cada uno; propiedad de un empresario y ganadero, ya
desaparecido, padre de una famosa diseñadora. Tenía dos puentes; dos camarotes
y una suite; dos cuartos de baño; dos cocinas, una interior y otra exterior; un
gran salón y dos solarios, uno en proa y otro en popa. Para alimentar los
motores de aquel lujoso yate, necesitaba dos depósitos de combustible con una capacidad
de 1.000 litros cada uno. Cuando había que repostar, Pérez llamaba al propio
para que le enviara el cheque y poder llenar el depósito de gasoil.
Antes
de la temporada veraniega había que realizar una puesta a punto del barco, por
lo que era necesario sacarlo a tierra para realizar este mantenimiento, que
consistía en la limpieza de las algas del casco y su posterior pintado con un
producto anti-incrustante; revisión de hélices; equilibrado de los ejes y
sustitución de los ánodos de zinc. Pérez había pedido cita en el puerto deportivo
a las nueve de la mañana para izar el barco con el “traveling” (puente grúa) y
dejarlo varado en la marina seca para que una empresa de mantenimiento
comenzara a ejecutar estas faenas. Como para colocar el barco en el “traveling”,
y evitar que éste sufriera daños por los embates del mar, Pérez había avisado a
varias personas para que le ayudaran en las maniobras. Esperó su llegada
tomando café en el bar del puerto con el equipo de la Guardia Civil del Mar,
que hacía lo propio mientras esperaban la hora de la salida con la patrullera. Ya
eran cerca de las diez y los ayudantes no habían llegado todavía, por lo que
Pérez decidió solicitar ayuda a la Guardia Civil, con los que mantenía una
buena amistad, quienes accedieron amablemente a su petición.
El
cabo se colocó junto a Pérez en el puente superior, y cuatro agentes en la
cubierta; dos a babor y dos a estribor. Al pasar por el muelle pesquero para
dirigirse al “traveling”, los pescadores que estaban en tierra se quedaron
asombrados por la presencia policial en el barco del popular empresario y
ganadero. Uno de los pescadores presentes en el muelle pesquero, paisano y
amigo de Pérez, hizo un comentario algo aventurado de la situación: «¡Lo sabía!
¡Sabía que un día lo iban a trincar! Este no lleva hachís, lleva coca. Pérez no
se pringa por nada», comentaba, ante la mirada atónita del resto de sus
compañeros. Poco después este pescador fue a Palos a vender el pescado,
haciendo correr la noticia como la pólvora por algunos bares y restaurantes.
Todos
le daban ya entre rejas cuando al día siguiente lo vieron aparecer en uno de
estos establecimientos. Algunos lo miraban con recelo por haber cometido aquel
supuesto delito y encontrarse ya en la calle como si nada hubiese ocurrido. Pérez
se lo tomó con buen humor y fue aclarando por todas partes el malentendido de
su amigo. En fin, que a veces las cosas no son lo que parecen…
José
Antonio Mayo Abargues
Este artículo fue
publicado el Periódico Palos Punto Cero
en mayo de 2016