Autor: José Antonio Portero
En un precioso entorno
natural, en una playa paradisíaca de unos tres kilómetros de arenas blancas y
finas se encuentra la Torre del Loro o del Oro (más bien lo que queda de ella).
Está situada en el Parque Natural Doñana (no confundir con el Parque Nacional
del mismo nombre), ¿en qué término municipal? Un dato curioso: en apenas veinte
metros, los que se darían para rodear la torre, pasaríamos del término
municipal de Palos de la Frontera al de Moguer; de éste al de Lucena del Puerto
y del de Lucena al de Almonte.
Es un entorno encantador donde se puede pasear, pescar, practicar nudismo y por supuesto, bañarse.
Es un entorno encantador donde se puede pasear, pescar, practicar nudismo y por supuesto, bañarse.
Dicha torre es una de las denominadas almenara, nombre que procede del árabe y se refiere a una torre donde se enciende fuego con el fin de alertar algo. Éste era el sistema que existía para la comunicación entre torres.
Durante el reinado de Felipe II se decide la construcción de las llamadas torres almenaras, con objeto de defenderse de los ataques de los piratas berberiscos procedentes del norte de África. Aunque definidas por dicho monarca, fueron ejecutadas durante el mandato de Felipe IV (1.621-1.665). (Ver enlaces de Torre del Catalán: https://www.youtube.com/watch?v=KFKzJ... y Torre Canela: https://www.youtube.com/watch?v=LUwWq... ya voladas anteriormente).
La torre del Río del Oro, también llamada simplemente del Oro, era una de las almenaras más fuertes del litoral onubense. Su función era la defensa de un lugar estratégico de gran importancia, como era el paraje del Río del Oro. Allí, desde tiempo inmemorial faenaban y vivían numerosas personas ocupadas en la pesca, además el lugar proporcionaba abundante agua potable y era por ello punto vital de abastecimiento para los navegantes. Esto lo convertía en un punto de especial atracción para la piratería berberisca. Por tanto, esta torre necesitaba estar dotada de artillería.
Desde al menos 1.584 se había decidido que esta almenara se financiaría a medias entre el Duque de Medina Sidonia y el Conde de Miranda, situándose a caballo entre sus dos señoríos, donde hacía frontera la desembocadura del Río del Oro, por tanto era el lugar obligado para su ubicación.
La Torre del Loro tenía de 16 a 18 metros de altura, por tanto, junto a la de Canela, era la almenara de mayor envergadura de la costa onubense Se trataba de una torre de doble cámara, tipología preferida para montar artillería. La puerta de acceso se encontraba en la cara contraria al mar, a casi 7 metros de altura.
Por motivos defensivos no parece que hayan existido ventanas en los muros de la torre. Para dar paso a la luz solar se usó un pequeño orificio practicado en las claves de las bóvedas. Dicho orificio podría servir también para dejar paso al agua de lluvia hasta el hipotético aljibe situado en el cuerpo bajo de la torre.
El punto débil de la construcción no se encontraba en su tamaño, sino en su ubicación. Construida sobre las arenas, al pie de un arroyo (el llamado “Río del Oro”) cuyo curso acariciaba su base, y expuesta directamente a los embates del mar, la poderosa almenara era potencialmente un gigante con los pies de barro. Por tanto, las brechas que empezaron a castigar la torre estaban relacionadas directamente con ambos agentes erosivos. Casi siglo y medio después de su construcción, la torre comenzó a tener problemas.
La precariedad de recursos económicos y la falta de solidez de la cimentación fueron barreras insalvables para sanear esas brechas.
No se podía detener el deterioro, a pesar de importantes obras de mediados del siglo XVIII, obras destinadas a evitar la ruina de la torre. Quedaba claro que la ruina de la almenara artillera era inevitable. Aguantó todo el siglo XVIII. En 1.867 estaba casi en ruinas, aunque desconocemos el momento de su destrucción.
Estos escasos restos de sillares mampuestos que aún quedan en pie son una prueba más de la rica historia onubense, ganándose a pulso ser un auténtico símbolo del paisaje que ocupa.
Poco más podemos aportar, el resto lo dicen las imágenes de un vuelo sosegado y placentero. El oro de la torre esta vez lo puso la finísima arena y las palabras del insigne onubense Juan Ramón Jiménez: "Es de oro el silencio. La tarde es de cristales".