UN
CENTRO DE ENCUENTRO
La
fuente de la Fontanilla y la iglesia de San Jorge al fondo (Palos de la Frontera), dos monumentos muy
significativos de los Lugares Colombinos.
|
Hubo
un tiempo en el que la puerta de una entidad bancaria de Palos de la Frontera,
se convertía por momentos en un centro de encuentro en el que se daban cita
numerosos sectores de la sociedad palerma: los jubilados, que se concentraban
allí cada vez que iban a realizar alguna operación; los taxistas en los largos
tiempos de espera; los trabajadores del campo, cuando no podían realizar el
trabajo por las inclemencias climatológicas, y numerosos vecinos que, después de
haber pasado por la caja se detenían en la puerta a charlar de cosas triviales
para matar el tiempo.
Allí
se hacían también importantes negocios; se compraban y vendían, terrenos,
ganado y vehículos, sin necesidad de testigos o de formalizar un contrato para
validar la transacción; un fuerte apretón de manos y una mirada fija a los ojos
eran la mejor garantía de confianza y nobleza. Se hacían las entregas fijadas,
que eran retiradas de la caja de este banco, y el paso por el notario era algo
secundario.
En
el interior del banco había un sofá para hacer más llevadera la espera de los
clientes, aunque a veces era ocupado por esos asiduos al centro de encuentro
que, cansados ya de estar de pie en la puerta, se sentaban en él para
descansar, mientras observaban el trasiego de gente que discurría por la
oficina.
El
señor Pérez, muy vinculado con el banco, fue testigo de numerosas anécdotas y
curiosidades ocurridas en el día a día de esta entidad, como las protagonizadas
por un taxista, al que vamos a llamar Pepe, que con frecuencia realizaba
servicios para el Ayuntamiento, y solía llevar a la máxima autoridad del
municipio a los actos oficiales que tenían lugar fuera de la localidad. Pepe se
encargaba también de llevar todos los días la valija del banco a la oficina
central de Huelva. Un día le encargaron entregar un sobre en mano al señor
Villanueva, empleado de la oficina central, Pepe confundió el apellido de este
empleado con el nombre de la localidad onubense de Villablanca: «¡Traigo un
sobre para el señor Villablanca!», dijo en voz alta al entrar en el banco, lo
que provocó la lógica risa de sus compañeros.
Cuando
Pepe veía entrar a alguien en el banco un poco más arreglado de la cuenta y con
aspecto de manejar mucho dinero, siempre hacía el mismo comentario comparativo
sobre las situaciones tan distantes de vida entre ricos y pobres: «Lo que es la
vida, hay gente que no tiene dónde caerse muerta, y otros viven como majaras, cuando en realidad lo que
quería decir es que vivían como marajás».
En
una ocasión, estando Pepe sentado en el sofá del banco, junto con otros vecinos
del pueblo, llegó una pareja inglesa con dos niños, para cambiar unos
eurocheques, un sistema de pago que va asociado a una tarjeta de débito. La
pareja se dirigió a la caja y los niños se quedaron atrás hablando entre ellos.
Pepe, que no dejaba de observarlos, comentó a sus compañeros de sofá: «Hay que
ver, los niños estos, con lo chicos que son y lo bien que hablan el extranjero…».
José Antonio Mayo Abargues
Este artículo fue
publicado el Periódico Palos Punto
Cero en julio de 2016