UNA TABERNA QUE HUELE A SALITRE
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Una reliquia digna de admirar.
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“Capitán Salitre”,
“Capi” o “Salitre”, son los sobrenombres por los que todos lo conocen, ya que
su nombre de pila, Ernesto Pérez Domínguez, parece ser que ha quedado relegado
al olvido. Sus sobrenombres me recuerdan al personaje creado por el escritor escocés Robert
Louis Stevenson para protagonizar la novela La isla del tesoro, John
Silver, regente de una taberna en Bristol llamada “El Catalejo”, donde se
inició aquella fantástica historia. A Silver le apodaban El Largo, Barbacoa y
Pata de Palo.
Para llegar a “El Catalejo” no había pérdida, sólo había
que seguir todo lo largo de las dársenas hasta encontrar una taberna que tenía
como distintivo un gran catalejo de latón en la fachada. Ernesto también posee
una taberna marinera en Mazagón llamada “Capitán Salitre”, y al igual que “El
Catalejo”, tampoco tiene pérdida, sólo hay que seguir la avenida Escritoras
hacia abajo y nos encontraremos con un ancla en la fachada, junto a un azulejo
que indica las coordenadas de la taberna.
Silver y Ernesto son dos personajes completamente
distintos. Silver era pendenciero, ambicioso y traicionero, mientras que
Ernesto es pacífico, humilde y modesto. Su taberna es frecuentada habitualmente
por gente de la mar, y aquí también se escuchan historias de tesoros, de esos navíos
que naufragaron en la Carrera de Indias entre las costas de Doñana y Mazagón,
tesoros que siguen ocultos en el fondo del mar, esperando a que alguien los
vaya a descubrir.
Este
tabernero, que tiene un arte especial para el pescado frito, destacando el
marrajo como uno de los platos más solicitados por sus clientes, es un gran
navegante con muchas millas a su espalda. Navegó como marinero, primer timonel,
y oficial de derrota, a bordo de la réplica de la carabela la Niña, que junto a la Santa María y la Pinta, ejercieron de embajada cultural entre los dos continentes,
desde 1990 hasta 1993. Ha realizado diez regatas Palos-La Gomera, y cuenta con
numerosos premios y distinciones náuticas. Además, ostenta la Medalla de
Caballero de la Orden de Isabel la Católica, distinción que conlleva el
tratamiento de Ilustrísimo Señor, y que tiene por objeto premiar aquellos
comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas
españolas y extranjeras que redunden en beneficio de la Nación, o que contribuyan,
de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la
Nación española con el resto de la comunidad internacional.
Ernesto
ha conseguido hacer de su taberna un pequeño museo marino, decorando las
paredes de detalles con motivos marineros: metopas, quinqués, trofeos, una
mandíbula de tiburón, etc. Además de numerosas fotografías de los personajes
que han pasado por allí, como el ex jefe de la Flota de la Armada Española, el
almirante Santiago Bolíbar Piñeiro, que está en posesión de quince
condecoraciones militares españolas y extranjeras; o el ingeniero naval Ignacio
Fernández Vial, que dirigió la construcción de las réplicas de las carabelas Santa María y Pinta. Y también fue el artífice del diseño y construcción de la Nao Victoria y del Galeón Andalucía.
Este navegante aventurero vio cumplido su último proyecto
el pasado año cuando enarboló uno de los botes más antiguos del litoral
onubense, instalándole una vela latina con todos los complementos de navegación
de hace más de un siglo. Ahora está expuesto en su taberna como una reliquia
digna de admiración.
El
bote fue construido a principios de los años cuarenta en unos astilleros de
ribera en Bonanza (Sanlúcar de Barrameda), por encargo de Joaquín Suárez
García, Joaquín el de la Barca, uno
de los primeros pobladores de las playas de Mazagón y Doñana. Se construyeron
dos botes gemelos para ser empleados en las faenas de la tradicional pesca de
la jábega, haciendo la función de calimeros. Los botes fueron utilizados también
como barcos de transporte, adaptándoles una vela trapecio. Transportaban la sal
desde las artesanales salinas de la isla de Bacuta hasta la Torre del Loro para
la conservación del pescado.
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El
botero José Barbosa, en el histórico bote que hoy se encuentra expuesto en la
Taberna “Capitán Salitre”.
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Todas
las familias que vivían en la isla de Bacuta dependían de una pequeña
embarcación para trasladarse a Huelva a realizar las compras. María Ramos,
esposa de Francisco Rodríguez López, patrón de los barcos que transportaban la
sal al puerto de Huelva, se había empeñado en comprarle uno de estos botes
gemelos a su propietario, hasta que un buen día del año 1951, Joaquín el de la Barca accedió a su
petición y se lo vendió por 2.000 pesetas.
José
Barbosa, un hombre solitario que tenía una pata de palo y que vivía en la isla
de Bacuta, fue contratado como botero para llevar a la familia a Huelva.
En
1987, Luis, el hijo menor de la familia Rodríguez Ramos fija su residencia en
Mazagón y se lleva el bote de Bacuta para dedicarlo a la pesca deportiva en
Mazagón. Durante muchos años estuvo amarrado a un muerto en la playa de
Ciparsa.
En
el año 2014, Luis cede el bote a Ernesto Pérez Domínguez “Capitán Salitre”, que
lo instala en su Taberna. El bote pasa por un proceso de restauración y
embellecimiento, y en junio de 2016 es arbolado.
José
Antonio Mayo Abargues