18 enero, 2017

UNA TABERNA QUE HUELE A SALITRE

UNA TABERNA QUE HUELE  A SALITRE
Una reliquia digna de admirar.
“Capitán Salitre”, “Capi” o “Salitre”, son los sobrenombres por los que todos lo conocen, ya que su nombre de pila, Ernesto Pérez Domínguez, parece ser que ha quedado relegado al olvido. Sus sobrenombres me recuerdan al personaje creado por el escritor escocés Robert Louis Stevenson para protagonizar la novela La isla del tesoro, John Silver, regente de una taberna en Bristol llamada “El Catalejo”, donde se inició aquella fantástica historia. A Silver le apodaban El Largo, Barbacoa y Pata de Palo.

 Para llegar a “El Catalejo” no había pérdida, sólo había que seguir todo lo largo de las dársenas hasta encontrar una taberna que tenía como distintivo un gran catalejo de latón en la fachada. Ernesto también posee una taberna marinera en Mazagón llamada “Capitán Salitre”, y al igual que “El Catalejo”, tampoco tiene pérdida, sólo hay que seguir la avenida Escritoras hacia abajo y nos encontraremos con un ancla en la fachada, junto a un azulejo que indica las coordenadas de la taberna.

            Silver y Ernesto son dos personajes completamente distintos. Silver era pendenciero, ambicioso y traicionero, mientras que Ernesto es pacífico, humilde y modesto. Su taberna es frecuentada habitualmente por gente de la mar, y aquí también se escuchan historias de tesoros, de esos navíos que naufragaron en la Carrera de Indias entre las costas de Doñana y Mazagón, tesoros que siguen ocultos en el fondo del mar, esperando a que alguien los vaya a descubrir.

Este tabernero, que tiene un arte especial para el pescado frito, destacando el marrajo como uno de los platos más solicitados por sus clientes, es un gran navegante con muchas millas a su espalda. Navegó como marinero, primer timonel, y oficial de derrota, a bordo de la réplica de la carabela la Niña, que junto a la Santa María y la Pinta, ejercieron de embajada cultural entre los dos continentes, desde 1990 hasta 1993. Ha realizado diez regatas Palos-La Gomera, y cuenta con numerosos premios y distinciones náuticas. Además, ostenta la Medalla de Caballero de la Orden de Isabel la Católica, distinción que conlleva el tratamiento de Ilustrísimo Señor, y que tiene por objeto premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras que redunden en beneficio de la Nación, o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación española con el resto de la comunidad internacional.

Ernesto ha conseguido hacer de su taberna un pequeño museo marino, decorando las paredes de detalles con motivos marineros: metopas, quinqués, trofeos, una mandíbula de tiburón, etc. Además de numerosas fotografías de los personajes que han pasado por allí, como el ex jefe de la Flota de la Armada Española, el almirante Santiago Bolíbar Piñeiro, que está en posesión de quince condecoraciones militares españolas y extranjeras; o el ingeniero naval Ignacio Fernández Vial, que dirigió la construcción de las réplicas de las carabelas Santa María y Pinta. Y también fue el artífice del diseño y construcción de la Nao Victoria y del Galeón Andalucía.

            Este navegante aventurero vio cumplido su último proyecto el pasado año cuando enarboló uno de los botes más antiguos del litoral onubense, instalándole una vela latina con todos los complementos de navegación de hace más de un siglo. Ahora está expuesto en su taberna como una reliquia digna de admiración.

El bote fue construido a principios de los años cuarenta en unos astilleros de ribera en Bonanza (Sanlúcar de Barrameda), por encargo de Joaquín Suárez García, Joaquín el de la Barca, uno de los primeros pobladores de las playas de Mazagón y Doñana. Se construyeron dos botes gemelos para ser empleados en las faenas de la tradicional pesca de la jábega, haciendo la función de calimeros. Los botes fueron utilizados también como barcos de transporte, adaptándoles una vela trapecio. Transportaban la sal desde las artesanales salinas de la isla de Bacuta hasta la Torre del Loro para la conservación del pescado.
El botero José Barbosa, en el histórico bote que hoy se encuentra expuesto en la Taberna “Capitán Salitre”.
Todas las familias que vivían en la isla de Bacuta dependían de una pequeña embarcación para trasladarse a Huelva a realizar las compras. María Ramos, esposa de Francisco Rodríguez López, patrón de los barcos que transportaban la sal al puerto de Huelva, se había empeñado en comprarle uno de estos botes gemelos a su propietario, hasta que un buen día del año 1951, Joaquín el de la Barca accedió a su petición y se lo vendió por 2.000 pesetas.

José Barbosa, un hombre solitario que tenía una pata de palo y que vivía en la isla de Bacuta, fue contratado como botero para llevar a la familia a Huelva.

En 1987, Luis, el hijo menor de la familia Rodríguez Ramos fija su residencia en Mazagón y se lleva el bote de Bacuta para dedicarlo a la pesca deportiva en Mazagón. Durante muchos años estuvo amarrado a un muerto en la playa de Ciparsa.

En el año 2014, Luis cede el bote a Ernesto Pérez Domínguez “Capitán Salitre”, que lo instala en su Taberna. El bote pasa por un proceso de restauración y embellecimiento, y en junio de 2016 es arbolado.

José Antonio Mayo Abargues