Paco Mesonero |
Cuando la adversidad nos pone a prueba
Desde Lima, donde me encuentro participando en unas jornadas sobre
Responsabilidad Social Empresarial, escribo estas líneas con el corazón más
cerca que nunca de mi querida Huelva, a pesar de los 9.200 kilómetros que nos
separan.
Como mazagonero de toda la vida, cuesta demasiado digerirlo:
nuestros verdes pinos reducidos a esqueletos de ramas calcinadas, nuestras
blancas dunas –las mismas que, entre juegos, vieron crecer a nuestros hijos-
convertidas en huellas de arena ennegrecida, y qué decir de los matorrales y el
monte bajo que rodean nuestro parador, de los que ya sólo quedan, en el mejor
de los casos, las raíces.
Las llamas, por suerte, no se han llevado vidas humanas, pero sí han
hecho peligrar lo más preciado para nosotros: nuestros hogares, con más de
2.000 personas desalojadas de sus viviendas, incluso algún vecino que, por
desgracia, la ha visto reducida a cenizas. Y todo por la voluntad de unos
individuos sin escrúpulos (admítase el eufemismo), que vienen a confirmar que
el ser humano es capaz de lo peor…
Pero también de lo mejor. Y es en esto último en lo que quería
centrarme. Pues en medio de este paisaje desolador de tristeza e impotencia,
hemos visto, una vez más, aflorar la grandeza del ser humano.
Empezando por nuestros profesionales: efectivos del Infoca, la UME,
Guardia Civil, Policia Local, Protección Civil y Bomberos perfectamente
coordinados, que se batieron el cobre para paliar los efectos del devastador
incendio. O las empresas locales, como Supermercados El Jamón, que permaneció abierta
la noche del domingo para abastecer a los cuerpos que trabajaban en la extinción
del incendio. O ese hotel de Mazagón, que rindió un improvisado homenaje a los
trabajadores del Infoca que en él se encontraban cenando. ¡Qué mejor acción de
RSE que la que brota de la naturalidad y del corazón de los empleados!
Los agricultores, sin duda, otros de los grandes héroes. Sin tregua,
durante esa segunda noche, colaboraron con los medios de extinción haciendo
cortafuegos, todo ello sin que nadie les organizara y poniendo a disposición
sus tractores y sus propias vidas para frenar el avance de las llamas. Además, hermandades
del Rocío ofrecieron sus casas en la aldea para uso de los equipos
que trabajaban sobre el terreno o para alojar evacuados del entorno asolado por
el fuego. Y ejemplar la labor de los medios de comunicación, que realizaron un
impresionante despliegue en la cobertura para mantenernos informados en todo
momento, aunque nos encontráramos lejos. Por supuesto no me olvido de los ciudadanos
anónimos, de esos vecinos que colaboraron de forma altruista con los equipos de
emergencias, manifestando una gran dosis de solidaridad, cooperación y buenos
sentimientos.
En definitiva, España, desde Huelva, ha vuelto a demostrar, como en
otras tragedias, esa reacción inmediata de unión, solidaridad y apoyo, que es
infinitamente más fuerte que cualquier sentimiento de odio o destrucción. Pues las
llamas han asolado nuestro paisaje y parte de nuestro patrimonio, pero nunca
podrán llevarse nuestra idiosincrasia, esa voluntad de ciudadanos ejemplares
que están donde tienen que estar cuando la adversidad les pone a prueba. Y en
España, por suerte, tenemos a montones.
Paco Mesonero
Paco Mesonero