22 abril, 2018

DE NUEVO SOBRE MARZAGÓN Y JABEGOTES

«Los jabegotes», un artículo publicado en la Bética (Sevilla, 15 de julio de 1915), escrito por el moguereño Juan Ríos Sarmiento, posiblemente el primer autor en referirse en un texto impreso a Marzagón..
José Luis Gozálvez Escobar
Al leer el documentado artículo de mi amigo José Antonio Mayo sobre el nombre de nuestra playa de Mazagón, he vuelto a revisar el viejo texto de Ignacio Espina, publicado hace años en las «Cartas del lector» de Huelva Información, retomado por Pablo Rodríguez-Thorices Arroyo, precisamente en la revista «Marzagón» del año 2000.

Lejos de polemizar con los filólogos moguereños, tan solo quiero subrayar que desde un punto de vista histórico es harto complejo justificar el origen de Mazagón en la deformación, consciente o no, de un originario Marzagón o Marzagán.

Un impuesto como el de la marzaga, a pagar en metálico y en el mes de marzo y, encima, por las mujeres de la playa, es a todas luces un puro artificio. Primero, por la escasez demostrable de la población, que percibía buena parte de sus ingresos en especie, en pescados, y que apenas les permitía supervivir. En segundo lugar, porque a pesar de existir desde fines del siglo XVI una población estable en el entorno de la torre del Oro, de almonteños sobre todo, la mayor afluencia de pescadores, a veces con sus familias, tiene lugar en la temporada alta de las sardinas y el atún, que no coinciden con el mes de marzo precisamente. En último lugar porque ni la marzaga es un impuesto exclusivo de pecheras, de mujeres; ni, si así lo fuera, hubiera compensado desplazar administradores para recaudarla, dada la escasa presencia femenina, aun en las temporada alta de las pesquerías, y su lamentable situación económica.

No dudo de la imposibilidad de hacer derivar Mazagón de Marzagón –no podría discutirlo un humilde historiador-, pero me temo que el error estribe en la base del planteamiento.

Me remito a los argumentos que plantea José Antonio Mayo. Pero, además, estoy dispuesto a aceptar incluso que Marzagón fuera por un tiempo el término usual entre los moguereños para referirse a nuestra playa, así como popularmente los médanos fueron «meanos» o, sin ir más lejos, que la torre del Oro fuera la del «Loro». Por antonomasia se indica, como define en «Términos lingüísticos» la Real Academia de la Lengua, que a una persona o cosa le conviene el nombre común con el que se la designa, por ser, entre todas las de su clase, conocida o característica, aunque se ignore por completo el motivo. Así, el Sabio por antonomasia es Alfonso X, la Red por antonomasia es Internet y en Moguer por antonomasia Marzagón pudo haber sido el nombre de nuestra playa.

Pero para nada explica que exista una justificación objetiva, ni lingüística, ni menos aún histórica. Creo conocer medianamente bien las fuentes más importantes sobre las costas onubenses, incluidas las cartográficas y, salvo las que se originan en Moguer, Mazagón prima muy por encima de Marzagón.

Por eso mismo no tengo inconveniente, sino todo lo contrario, en reproducir aquí «Los jabegotes», un artículo publicado en la Bética (Sevilla, 15 de julio de 1915), que firma, desde Moguer, un ilustre y desconocido krausista, Juan Ríos Sarmiento. Coincidió con Juan Ramón Jiménez en el Ateneo sevillano y perteneció a la corriente que exaltó el folklore «como la compleja ciencia del alma popular», como la definió Manuel Machado.

Creo que en las líneas de Ríos Sarmiento está el origen de relacionar Marzagón, el nombre que utiliza para denominar a la playa, con el marzaje o marzazgo, como denomina al tributo señorial que se percibía por los derechos de pesca en estas aguas. Aunque no explica nada más.

Relata los avatares de los jabegotes, los pescadores del arte de jábega, que, en julio como es lógico, cuando se inicia la temporada alta de la sardina, acudían en un número considerable. Se trata de pescadores del levante español y portugueses, que en algunos textos denominan pescadores nómadas, porque siguen a las sucesivas pesquerías del año.

Espero que nadie trate de devolverme este artículo de 1915 como un argumento de autoridad. Queda demostrado desde hace mucho, mucho tiempo, que en letra impresa se comenten tantos o más errores que en la hablada.