Carmina burana, de Carmen Ramírez: el gozo por el amor y la naturaleza.
José Luis Gozálvez
El alegre rostro de la primavera al mundo
se ofrece;
la crudeza invernal,
vencida, ya huye.
vencida, ya huye.
Fragmento de «Veris leta facies», Carmina Burana
Carmen Ramírez
expone una particularísima versión de su Carmina burana en la Casa Museo de
Venezuela en Beas. La muestra plástica se subtitula Caos Femenino, que
tal vez de lugar a equívocos para quienes no visiten la muestra o no conozcan a
Carmen.
Pinturas,
esculturas y collages rebozan una vitalidad asombrosa. La alusión al caos, a la
confusión y el desorden femenino no deja de ser una parábola llena de ironía y
profundo sentido del humor. Algunas de sus obras se me antojan un monumental
corte de mangas a ese vacío «eterno femenino», el conjunto de caracteres
supuestamente permanentes e inmutables de la psicología femenina.
Y si
alguna vez tal caos rozó a esta artista, en algún momento tuvo el coraje de
arrojarlo a un fuego de sarmientos y a partir de este fulgor surgió esta obra.
Su plástica al igual que la cantata escénica Carmina
burana, de Carl Orff, muestra el gozo por vivir, el gusto por los placeres
terrenales, por el amor carnal y por el goce de la naturaleza, aunque no falta
la crítica satírica, en la selección de Orff, a los estamentos sociales y
eclesiásticos medievales; a la hipocresía y las falsas apariencias de nuestro
tiempo, en la obra de Carmen. Ambas, sin duda, buscan una visión contrapuesta a
las que han dominado las formas sociales y culturales desde la Edad Media a
nuestros días.
Carmen
acierta. Las mujeres son el arma cargada de más futuro y, por supuesto, de más
presente. Esta artista tiene un don especial que le permite anticiparse a uno
de los más altos objetivos humanos: vivir en plenitud.
Carmen Ramírez, en en centro de la foto.