19 de mayo de 1889
SEPULTURERO
Y VERDUGO
Un
hecho lamentable, mejor dicho, un crimen brutal, ha acaecido hace pocos días en
Moguer.
Según nos refieren, penetraron unas cuantas niñas de
corta edad en el cementerio de la ciudad expresada y empezaron á coger algunas
flores. Advertido del caso uno de los sepultureros, persigue á las inocentes
pequeñitas que logran escapar, excepto una más débil ó tímida, que fue alcanzada
por el enterrador, el cual sordo á la súplicas de la asustada criatura, que por
la Virgen María y con lágrimas desgarradoras le rogaba la perdonara y la dejara
libre, la arrastró al depósito donde se practican las autopsias y custodian los
tristes instrumentos que se usan en la conducción y enterramiento de cadáveres,
encerrándola en aquella oscura y fétida mazmorra en compañía de restos de ataúdes,
mortajas y demás enseres asustadizos para una tierna niña.
El
llanto de la pobrecilla llamó la atención de una mujer que rezaba por sus
parientes en aquel santo lugar, albergue de difuntos y de un vivo sin entrañas
que no se apiadaba del martirio á que había condenado á la infeliz criatura por
el atroz delito de coger una flor.
La compasiva mujer, no pudiendo recabar de aquel cruel
verdugo la libertad del angelito, avisó al padre, que presuroso acudió al Campo
Santo, y rescató á su hija. ¡Pero en qué estado la halló! ¡Infeliz criatura y
pobre padre! ¡Presa de horribles convulsiones, delirante, frenética, loca,
agonizante en fin! La desdichada niña murió, víctima de la brutal venganza de
aquel monstruo que se ha hecho digno de un ejemplar castigo.