El 12 de mayo se
cumplió el centenario de la edición de Piedra y cielo, una de las obras más
significativas de Juan Ramón en la que el Nobel continúa con ese afán de pureza
que supone uno de los rasgos de su etapa de madurez. En la casa-museo pueden
admirarse distintos originales de los poemas y la primera edición del libro
entre otros interesantes materiales.
El poeta moguereño
escribió Piedra y cielo entre 1917 y 1918 y, aunque el libro no salió de la
imprenta Fortanet de Madrid hasta el 12 de mayo de 1919, algunos de sus 119
poemas llegaron al gran público a través del diario “El Sol” que anticipó el 11
de agosto de 1918 seis poemas del libro, y volvió a reproducir en sus páginas
siete más unos días después de su distribución.
Juan Ramón dedicó
«Piedra y Cielo» a uno de sus mejores amigos de ese tiempo como fue el gran
José Ortega y Gasset, «voluble en lo permanente», cuyas ideas estaban
ejerciendo durante esos años una gran influencia sobre el pensamiento del
poeta.
Vitrina expositora |
Dividido en tres partes
de diferente extensión, Piedra y cielo es tan significativo como Eternidades en
la evolución de la sensibilidad del poeta y ocupa, por tanto, un puesto
decisivo en su recién estrenada etapa de madurez en la que Juan Ramón tiende a
un único objetivo: trascender la realidad visible y sumergirnos en la
conciencia de la perfecta belleza a través de imágenes, símbolos, metáforas,
circunstancias vitales y sensaciones cromáticas que transfiguran la esencia de
esa realidad y nos sumen en un mundo nuevo, presidido por un exquisito afán de
pureza, donde la anécdota ha desaparecido.
Aunque mantiene el
mismo tono y casi los mismos asuntos que su predecesor -no en vano había
anunciado Juan Ramón a Federico de Onís: «es un nuevo libro de versos que
continúa en cierto modo el espíritu y la forma de Eternidades»-, abundan en
Piedra y cielo las reflexiones sobre su propia poesía y sobre sí mismo como
poeta.
Nos encontramos por
tanto ante un libro de clara proyección
estética sustentada por la poesía de la palabra justa, desnuda y esencial, en
el que el poeta intenta tener con la belleza abstracta la relación íntima y
apasionada que como hombre tiene con la mujer.
Piedra y cielo se ha
traducido a multitud de idiomas, por ello en la vitrina expositora que ocupa
estos días un lugar de privilegio en el recorrido museográfico por la
casa-museo, podemos ver junto a la primera edición de la obra y a distintos
originales de los poemas que la integran, también ediciones en japonés, alemán,
sueco o francés de esta obra ya centenaria con la que Juan Ramón sigue
construyendo su extraordinario universo poético en busca de la esencia misma de
la palabra.