Interior de una cabaña
hippie al pie de los acantilados de la playa de Mazagón. Su morador la debió
abandonar al finalizar el verano, dejando en ella algunos símbolos hippies.
A
veces, los que vivimos en esta sociedad sedienta de paz y amor, recordamos con
nostalgia aquel movimiento hippie que se rebeló contra el mundo en la década
de los 60, para reivindicar la paz, la armonía, la libertad sexual y
personal y el amor, entre otros; renunciando así a todas aquellas costumbres
burguesas de acumular posesiones y de amasar dinero.
El
jipismo es una forma de vida que nos puede parecer atractiva, y de hecho lo es,
pero hoy recuperar esa época bohemia y desconectarse del mundo actual, lejos
del consumismo; para observar la luz de las estrellas y escuchar los sonidos de
la naturaleza, sería prácticamente imposible.
Aquella
tribu hippie está ya extinta, exceptuando algunos reductos que se resisten a
desaparecer, como es el caso de la comuna Beneficio,
la más antigua de Europa, situada en el pueblo de Órgiva, en la Alpujarra
granadina. Beneficio fue constituida
a finales de los años 70 por los ingleses John y Marion, y hoy alberga a más de
250 personas de 15 nacionalidades distintas. Sus costumbres se han transformado
a una vida menos contemplativa, realizando actividades productivas en huertos
ecológicos y talleres de artesanía.
Humilde pero coqueto
Ese espíritu que aún sigue vivo en estos lugares aislados es lo que queda de aquel movimiento social que revolucionó el mundo, porque hoy los nuevos hippies ya no viajan en las Kombis Volkswagen, sino en Ave y en avión, buscando paraísos perdidos y llevando la Visa como compañera; “los cigarrillos de la risa” han sido sustituidos por otras sustancias más dañinas, y los gustos musicales han cambiado notablemente por su constante evolución. Ya nada es lo mismo, solo queda el postureo de la forma de vestir, porque los principios que llevaron a su creación han desaparecido.
José Antonio Mayo Abargues