FUEGO EN EL ASENTAMIENTO “EL BOSQUE” DE LUCENA DEL PUERTO
Asociación Multicultural de Mazagón |
Siempre
puede ser peor. Hace tan solo tres días escribíamos un comunicado por un
incendio producido en el asentamiento de Palos de la Frontera. Hoy, lo único
que podemos hacer es, por desgracia, lamentar la muerte de dos personas en otro
incendio. Esta vez, en Lucena del Puerto.
No
conocemos el número de muertos que necesitan las Administraciones para
reaccionar o para que esa anemia crónica se traduzca en voluntad política.
Tampoco conocemos el número de muertos imprescindibles para que los discursos
de exaltación de los derechos humanos se hagan realidad. Porque Athos y Esaadia
no murieron en un incendio, los mató la miseria en la que se vieron obligados a
vivir.
Ni
la riqueza generada con los frutos rojos de la que todas disfrutamos, ni la
previsión de mano de obra realizada por las organizaciones empresariales del
sector en las campañas agrícolas, ni el cuerpo legal que protege los derechos
de las trabajadoras y trabajadores, parecen ser suficientes para que los
diferentes niveles de la Administración, y el sector empresarial, sean capaces
de ponerse de acuerdo para proporcionar acceso a algo tan básico como un techo
donde poder descansar de una manera decente, acorde con el estado de derecho en
el que vivimos.
Como parte de la sociedad civil, tampoco
podemos entender que la corporación local, la más cercana a los asentamientos
de chabolas, no sea capaz de abrir las puertas de un espacio para acoger a las
personas que lo han perdido todo. No solamente está faltando al deber de
auxilio en un estado de emergencia humanitaria, también demuestra una falta de
sensibilidad y humanidad impropias de una institución al servicio de una
sociedad democrática, con todo lo que ello implica.
Tampoco
podemos entender que, en una situación de pandemia, se exija a las ciudadanas y
ciudadanos responsabilidad para guardar las normas de higiene y distanciamiento
social y, sin embargo, consientan la existencia de guetos sin servicios
básicos, como agua y electricidad, poniendo en peligro la vida de esas personas
y, por extensión, la del resto de la ciudadanía.
Llevar
una vida normal, trabajar para mantener a sus familias y tener documentos que
les permitan desarrollarse como ciudadanas y ciudadanos de pleno derecho son
las aspiraciones de las personas migrantes. Como cualquier ser humano. Salieron
de sus países huyendo de la miseria a la que estaban condenados con el legítimo
deseo de encontrar una vida mejor. Pero el sistema se empeña en encerrarlos en
un círculo vicioso lleno de obstáculos insuperables con una Ley de Extranjería
perversa y racista.
La
tumba de Athos y Esaadia ha sido una frágil chabola fabricada con palés,
cartones y plásticos, la fórmula perfecta para ser devorados por la llamas en
cuestión de segundos. Es imprescindible conocer las causas del fuego, pero
nunca podrán servir como cortina de humo para olvidar que, la existencia de los
asentamientos, representa la vergüenza y la debilidad de una sociedad incapaz
de responder a los desafíos de un mundo intercultural.
Asociación Multicultural de Mazagón