Los
último meses de Juanito Ramón, sobrino y ahijado del poeta
Jueves 24 de marzo a las 18:00h
Con
el presente trabajo se persigue poner en
valor la figura de un familiar poco conocido pero muy importante para los
Jiménez, su sobrino y ahijado Juan Ramón Jiménez Bayo y sobre todo narrar los
últimos meses de su vida en los que combatió en el frente nacional y finamente
falleció. La historia sus últimos meses de vida se ha podido reconstruir a
partir de la documentación donada por Doña Carmen Hernández Pinzón a la
Casa Museo, donde conserva un importante volumen de material hasta ahora inédito.
El
24 de marzo de 1915 Ignacia, esposa de
Eustaquio, hermano de JRJ, alumbró a su único hijo, Juanito Ramón, a quien se
le puso ese nombre en honor de su tío el poeta, quien lo apadrinó. A la edad de
4 años, muere su madre. Durante mucho tiempo, Juanito Ramón creyó inocentemente
que su abuela, doña Pura, era su madre, y eso hizo que tuviera una infancia muy
feliz, pese a su orfandad.
Cuando Zenobia y Juan Ramón
pasaban breves temporadas en Moguer, solían dedicar los jueves por la tarde y
los fines de semana a sus sobrinos Juanito Ramón y Francisco Hernández-Pinzón,
este último hijo de Victoria, hermana del poeta, aprovechando los días que no
tenían colegio. Solían viajar a
Trigueros -para ver el dolmen de Soto-, Niebla, Huelva y Sevilla, y con mucha
frecuencia a Fuentepiña, pero sobre todo a La Rábida, uno de los lugares
predilectos del poeta, donde los chicos disfrutaban del campo, del río y de las
bellísimas puestas de sol. Daniel Vázquez Díaz, que comenzaba a pintar en los
muros del monasterio de la Rábida.
La
última semana de diciembre de 1932 sale de las prensas de la editorial Signo
una nueva obra del poeta: una antología escogida para los niños por Zenobia con
el título de Poesía en prosa y verso
(1902-1932) de Juan Ramón Jiménez y dedicada a sus sobrinos Juan Ramón
Jiménez Bayo y Francisco Hernández-Pinzón Jiménez, «primos amigos inseparables». Francisco y Juanito Ramón eran sus
sobrinos más pequeños y los únicos que
no habían quedado inmortalizados en Platero
y yo ya que ambos no habían nacido cuando él escribió el libro.
Juan
Ramón Jiménez Bayo marchó a estudiar Derecho a Sevilla, estudios que serían
sufragados en parte por su padrino JRJ con que sacaban de subarrendar los pisos
amueblados en Madrid. Al comenzar la
Guerra Civil se alista en Falange, y cuando estalla la guerra civil combate en
diversos frentes Canarias, Navarra, León, Teruel, lugar este último donde
atravesado por los cascotes de un proyectil enemigo, murió el 15 de febrero de
1938. Juan Ramón y Zenobia reciben la
noticia ya en su exilio en la Habana, dejándolos sumidos en una profunda
tristeza que arrastrarán durante toda su vida.
Las autoras de este trabajo, son conscientes de la importancia de rescatar la memoria y exponerla a la luz para conocimiento de sus conciudadanos de hoy, por muy modesta que pueda parecer. Juanito Ramón, un joven de veintipocos años que formó parte de la familia del célebre Juan Ramón Jiménez, tuvo sus ideales y murió por ellos, fueran estos cuales fueren, tal y como escribió también Juan Ramón Jiménez: “Yo sé bien que tenía, con las ideas que él creía mejores, un ideal limpio… Y si su muerte y las otras como la suya no nos mejoran, ¿de qué sustancia miserable somos “