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Jesús Copeiro |
El estreno de
la película El arma del engaño tuvo
lugar el viernes 20 de mayo de 2022 en toda España. Al día siguiente asistimos
a su proyección en el cinema Aqualon de Huelva, distribuida por la Warner
Bros. Teníamos interés por ver como una gran coproducción
británica-norteamericana trataba el tema de El
hombre que nunca existió.
La película
está basada en el libro de Ben Macintyre, una obra novelada del libro The man who never was original de Ewen
Montagu. Pero los guionistas del film la han novelado aún más, por lo que
pierde ritmo la trama principal y el espectador se enreda, se confunde con los
nuevos nombres y personajes que van apareciendo.
Si analizamos
el film desde el punto de vista histórico, la conclusión no puede ser más
triste ya que destroza la realidad de lo que pasó en Huelva. Demuestra el poco interés
por los acontecimientos locales. Si la primera película rodada en el año 1955
empleaba diez minutos en sacar la playa, las calles y el cementerio de Huelva,
en esta ocasión se ha dedicado menos tiempo y para el colmo la escena de la
aparición del cadáver está rodada en una playa malagueña.
Aún más
flagrante e imperdonable, máxime porque ya se han publicado investigaciones
recientes que demuestran su relevancia, es el trato que la película da al
agente alemán Adolfo Clauss. Sale en tres simples escenas, no dice ni pío, no
abre la boca en ninguna de ellas y encima, lejos de lo que pasó en realidad, le
hacen fracasar en su intento de apoderarse de los documentos que llevaba
William Martin en la cartera. Decepcionante.
A don Eduardo
Fernández del Torno, médico forense titular de Huelva, que acertó plenamente en
la autopsia al deducir que la causa del fallecimiento de William Martin había
sido asfixia por sumersión, es decir ahogado, en vez de elogiarle y alabar su
labor inventan una historia rocambolesca. Aseguran que el forense local había
fallecido y que en su lugar había otro, eso sí, experto en ahogamientos y
formado en la Universidad
de Madrid. Pero que, una vez iniciada la
autopsia, le convencen para que no siga, por el olor que emanaba el cadáver y a
la vista de que era “obvio” su ahogamiento al haber sido encontrado en el mar.
Ridículo todo. Se pone en entredicho a la profesión médica.
El título en
español de la película, El arma del
engaño, puede parecer totalmente anodino, insulso y difícil de recordar.
Hubiera sido más acertado poner Operación
carne picada, la traducción literal del título original Operation Mincemeat, como así se
denominó al engaño fabricado por el MI5 británico
en contra de los alemanes. Sin embargo, es posible que sea un título apropiado
para una película tediosa, demasiado larga y sin ninguna aportación nueva. Las
varias tramas secundarias inventadas ralentizan aún más el relato, confunden y
apagan el interés del espectador.
En fin, más de
dos horas para insistir en que la identidad de William Martin sea la de un
vagabundo que muere envenenado con un matarratas, a todas luces absurdo, apuntalando
así la versión oficial británica que trata de ocultar la verdad sobre el origen
del cadáver. La versión más lógica, basada en estudios más recientes, sugiere
que el cuerpo utilizado posiblemente corresponda al de uno de los cuatrocientos
marineros ahogados del portaviones Dasher,
hundido a tan solo dieciocho millas de la base escocesa de Holy Loch, lugar de
donde partió el submarino Seraph
llevando el cadáver a Huelva.
De modo que,
quizás, El arma del engaño al fin y al cabo no resulta un título tan
descabellado ya que parece que se quiere seguir engañando para que nos
olvidemos de la verdadera historia de El
hombre que nunca existió. Los engaños nublan la mente y aburren. Lo que
inspira, siempre, es la búsqueda de la
verdad.
Jesús
Copeiro