Por Rafael R. Porrino
De entre todas las especies que
componen la avifauna europea puede decirse que el abejaruco europeo Merops
apiaster es una de las más bellas, llamativas y conocidas, tanto por
los aficionados a la observación de aves, como por la gente del campo y gran
parte de la población.
El
abejaruco es nuestra ave más colorida
El variado y multicolor colorido de su
plumaje es el principal motivo de la atracción que ejercen los abejarucos. No
en vano, en el cuerpo de estas aves se unen el verde, el azul, el amarillo, el
negro, el ocre y el rojo, variando además el efecto óptico de su coloración en
función de la distinta intensidad de luz que reciba el pájaro.
Las patas del abejaruco son muy cortas y con dedos fuertes
Se trata de un ave de tamaño mediano, de silueta
estilizada -a la que contribuyen las rectrices centrales de su cola, muy
largas y puntiagudas, que sobresalen sobre el resto-, patas muy cortas y pico
bastante largo.
Con frecuencia a los abejarucos se les ve en fincas agrícolas
Hace gala de un marcado carácter
gregario, pues casi siempre se le ve en bandos o en pequeños grupos que van
dejando por el cielo su alegre reclamo.
Los
abejarucos utilizan regularmente posaderos
También tiende a agruparse para
realizar sus migraciones, puesto que se trata de un ave que no se queda
todo el año entre nosotros, sino que llega a partir de mediados de marzo y se
marcha en agosto o septiembre al África subsahariana para pasar la estación
fría.
Bando de abejarucos cruzando el Estrecho de Gibraltar en migración
Una de la curiosidades del abejaruco la
tenemos en su peculiar forma de nidificar: cada pareja construye su nido
-generalmente en vecindad con otras parejas, formando pequeñas o medianas
colonias- excavando una galería en forma de largo tubo, que termina en
una cámara circular de mayor dimensión, que es donde ponen sus huevos y sacan
adelante a sus pollos.
Nido en construcción, con la arena extraída al pie de la galería
Estos nidos los excavan arañando con el pico y
sacando la arena con sus patas, preferiblemente en taludes o cortados arenoso o
arcillosos, si bien también pueden hacerlos en pequeñas cunetas o incluso
directamente en el suelo.
Colorida pareja de abejarucos
Debido a la peculiar ubicación de sus nidos, y
a pesar de que la longitud de la galería protege a la cámara en la que se
hallan huevos y pollos, estos suelen ser objeto de predación por parte
de animales como las culebras bastarda y de escalera, el lagarto ocelado, o el
zorro.
El lagarto ocelado llega a predar ocasionalmente los nidos de abejarucos
También resulta notoria su forma de
alimentación, ya que se trata de un insectívoro estricto que captura sus
presas en vuelo realizando acrobacias y vertiginosas cabriolas aéreas, para
finamente llevárselas a un posadero en el cual las golpea hasta eliminar el
aguijón (de aquellas presas que lo tienen).
Abejaruco en vuelo de caza
A pesar de su nombre, hay que
puntualizar que la abeja de la miel (Apis mellifera) no constituye la
base exclusiva de su dieta, siendo la importancia de esta especie en su
alimentación relevante, pero variable, entre distintas poblaciones o colonias
de abejarucos, ya que estas aves predan también sobre distintas especies de
abejas silvestres, avispas, escarabajos y libélulas, entre otros tipos de
insectos voladores.
Las libélulas son presas favoritas de los abejarucos
El abejaruco europeo es común en la mayor
parte de la Península Ibérica, y se extiende también por casi todos los
países del arco mediterráneo occidental, Este de Europa, Asia occidental y
central, y zonas de África.
Un ejemplar en una percha típica
Prefiere zonas cálidas con escaso
arbolado, en las que haya sitios apropiados para excavar sus nidos, por lo cual
suele habitar en valles de ríos con taludes arenosos, zonas de campiña
agrícola, dehesas, entorno de caminos y carreteras, etc.
Talud en un arroyo, con una colonia de abejarucos
En Mazagón y su entorno se detecta
fácilmente durante sus pasos migratorios de primavera y finales del verano,
estando como reproductor más localizado; en nuestros alrededores suele verse en
primavera en cortafuegos y márgenes de carreterines de los pinares del
Abalario, el entorno del Estero Domingo Rubio, o en las cuencas de diversos
arroyos como el Avitor.
Típica
estampa primaveral en los carreterines de El Abalario, en el entorno de Mazagón
– Foto: Luis Urbina